lunes, 27 de julio de 2020

Diario de un profesor peliculero (38): de Kubrick, Allen, el azar y la libertad


Biografia de Stanley KubrickAyer fue el aniversario del nacimiento de Stanley Kubrick, hubiera cumplido 92 años, pero falleció en 1999, demasiado joven, siempre se es demasiado joven. Repaso sus películas y muchas de ellas tienen un enorme interés filosófico, aunque no todas me gustan por igual. Voy repasando su filmografía. Me dejo algunas que no he visto y alguna otra que, aunque vista hace muchos años, no me ha dejado especial huella. Tal vez debería volverlas a ver, porque la película se convierte en otra cuando nosotros ya somos otros. El adolescente tardío que vio Barry Lindon (1975) un tanto aburrido no es el cincuentón que escribe estas páginas. Afortunadamente.

Temo que, como hay mucho material para pensar sobre él, me dará para unas cuantas entradas. De momento, voy con Atraco perfecto (1956), que dará juego para hablar del azar y la libertad. Contaré con ello con la colaboración de una estupenda película de Woody Allen.

Atraco perfecto, aunque es su tercera película, muchos creen que es la primera. Una historia muy bien contada, apenas en 83 minutos, un cine clásico del que bebieron otros directores más recientes. En mi opinión, el final (spoiler) tiene un marcado tono filosófico: el azar, ese elemento que deja fuera una libertad absoluta pero que es ingrediente fundamental en la vida. Todo puede ser proyectado, toda la vida se diseña, se pretende previsible y planificada. Incluso ese robo aparentemente perfecto, perfectamente pensado de antemano. Sí, pero un pequeño elemento da al traste con todo: un perro que se cruza, una maleta que acaba en el suelo y que se abre con el golpe y el dinero robado en el hipódromo acaba dispersado por el viento, al alcance de cualquiera en una especie de justicia distributiva que rompe el inestable equilibrio de la vida.

Atraco Perfecto [DVD]: Amazon.es: Sterling Hayden, Coleen Gray ...Hay otra película reciente en la que el tema es el azar. Se trata de Match Point (Woody Allen, 2005), en mi opinión la última gran película de este director, que se dedica desde entonces a hacer un cine ligero, amable y turístico, nada que ver con sus obras anteriores. En otra de las películas recientes de este director -que yo detesto- (Irrational Man, 2015), también juega al final con el azar, pero de un modo menos poético y notablemente más inverosímil. Además, el personaje es un profesor de filosofía con todos los tópicos habidos y por haber, así que nos limitaremos a Match Point. De Match Point es paradigmática su última escena:


“La gente teme reconocer qué parte tan grande de la vida depende de la suerte”, dice una filosófica voz. La suerte, el azar, es un componente esencial. No todo depende de nosotros, pero mucho sí depende de nosotros. Imposible cuantificarlo. Suele decirse que la libertad no consiste en decidir qué nos pasa sino qué hacemos ante lo que nos pasa, que no es lo mismo. En ese magnífico libro que todos los estudiantes deberíais leer, Ética para Amador, su autor, Fernando Savater, escribe esto al respecto: “No somos libres de elegir lo que nos pasa (…), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo. (…) No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. (…) Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre), pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente) (…). En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza” (1).

Esa pelota congelada en el aire es el conjunto de elementos azarosos que no dependen de nosotros. La pelota puede caer pegada a la red, no llegamos, perdemos el partido. O puede caer al otro lado y entonces ganamos. Lo que es importante señalar aquí es que la raqueta la empuñamos nosotros, aunque eso no baste. Y lo que ocurra tras el desenlace (que, por cierto, Woody Allen no resuelve, eso es lo maravilloso: la vida es este interrogante) eso sí es cosa nuestra; podemos tener buen o mal perder, podemos ser generosos en la victoria o humillar al contrincante. Esa sí, es, como dice Savater, nuestra fuerza, nuestra actitud, algo que sí depende de nosotros.

Obviamente no se puede ser nauseabundamente ingenuo. No depende de nosotros en gran parte una enfermedad terrible que nos asalta en la juventud. No depende de nosotros ser joven militarizable cuando estalla una guerra mundial. No depende de nosotros haber nacido en un lugar u otro del mundo, lo que determina desigual acceso a la sanidad o a la alimentación. No hay que ser estúpidamente wonderfulista: para las tazas que venden en los grandes almacenes y para las servilletas de las cafeterías está bien, pero la realidad es algo más compleja y esas frasecitas de autoayuda de saldo no ayudan a todos. “Aunque no creas en los unicornios, los unicornios creen en ti”, “Si quieres, puedes”… Pues no: los unicornios están bien para los niños, pero no para infantilizar a los adultos. Y a veces quieres y no puedes. Y también es posible que no quieras o que quieras pero poco. Yo quiero poner tapones a Pau Gasol, pero nada, me saca palmo y medio y, aunque quiera, no puedo. Tampoco puedo cambiar mi genética, ni el mundo en general. Eso sí, hay muchos elementos que sí dependen de mí: no puedo poner tapones a Pau Gasol, pero sí jugar una pachanga con amigos y reírnos porque estamos vivos y aún somos capaces de tirar a canasta. No puedo disimular mi incipiente calvicie, pero sí ponerme una gorra, pelarme el cráneo o simplemente no dar importancia al asunto capilar. No puedo cambiar el mundo, pero puedo colaborar a no empeorarlo y aportar modestamente algo a su mejora; a veces basta con no empeorar las cosas, otras podemos hacer algo para mejorar, al menos en el reducido círculo en el que nos movemos. No podemos cambiar el mundo en el que se van a criar nuestros hijos, pero sí está en nuestra mano educarlos bien, formarlos, hacer de ellos personas buenas y solidarias. Evidentemente, no solo educamos nosotros, están los demás, Internet, la escuela, las series que ven, los libros que leen (o que no leen, aunque nos empeñemos). La vida es un cóctel de elecciones y azares. Como lo primero sí depende de nosotros, sería aconsejable que las hiciésemos con prudencia y honestidad.

Cartel de Match Point - Poster 1 - SensaCine.comAunque siempre puede llegar un golpe de viento que se lleve los billetes y nunca sabemos hacia qué lado caerá la bola. “Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos control”, dice la voz en off en Match Point. Pero ese miedo no puede paralizarnos. Supongamos que perdemos el partido: es una parte importante de la vida, más aún si somos profesionales del deporte, pero no es la vida, no es toda la vida. Supongamos que ganamos el gran torneo. Después habrá que volver al hotel, llamaremos a nuestros padres, puede que estén enfermos, puede que esa novia que nos aplaude esté pensando en cortar la relación porque se ha enamorado de un profesor de filosofía… Siempre hay elementos sobrevenidos con los que no contábamos. Y siempre hay otros que sí elegimos. Por lo tanto, las posturas deterministas que niegan toda la libertad son tan incompletas e inadecuadas, por maximalistas, como aquellas que sostienen lo contrario. Vivimos, también aquí, en una gama de grises. Elegimos algo y hay algo que no elegimos. No estamos del todo determinados, pero sí, desde luego, condicionados. El condicionamiento nos presiona, incluso hace casi imposible la elección. Casi. Si hay posibilidad de hacer otra cosa, entonces somos libres, limitadamente libres. Cuando al ladrón de Atraco perfecto le dicen que huya, él decide no moverse y esperar a que lo detengan: "¿Ya para qué?". La bola ha caído del lado malo y él ya no quiere seguir jugando.

Decía Jean-Paul Sartre, en una aporética expresión, que “estamos condenados a ser libres”. Y lo justifica así: “no hay determinismo, el hombre es libre. (…) no tenemos detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. (…) el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre” (2). Sartre, el existencialista más conocido, defendía una libertad radical y sin fisuras, negaba la naturaleza humana y sostenía que “el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo”. Por lo tanto, “el hombre es responsable de lo que es” (3). Estoy de acuerdo sustancialmente con él: vivir es hacerse, la vida es proyecto. Lo malo es que en ese proyecto que debemos dirigir racionalmente aparecen todos los días elementos azarosos, golpes de viento, pelotas caprichosas, personas que llegan a nuestra vida y la sacuden.

Os contaré un secreto, estudiantes. Cuando terminé COU (ahora 2º de Bachillerato), un COU de ciencias, por cierto, no tenía claro qué carrera universitaria quería comenzar. Llegó el periodo de matrícula y en la Universidad de Valencia nos matriculábamos en la misma cola los de filología y los de filosofía. Al final, los de filosofía iban a la izquierda y los de filología a la derecha. Me tentaba la filología hispánica, especialmente la literatura, claro. Llegó mi turno. Aún no estaba decidido. Me puse en la cola con la idea de estudiar filosofía, pero con la tentación literaria que nunca me ha abandonado. Y tuve que elegir. Giré a la izquierda. No me he arrepentido nunca. Si hubiera optado por ir a la derecha, habría seguido tentado por la filosofía y hoy sería probablemente un profesor de Lengua y Literatura, seducido por Aleixandre, por Unamuno y por Borges. Un buen trabajo con el que es fácil entusiasmarse. Pero la pelota cayó a la izquierda, quiero creer que yo la empujé, seguramente no. Lo que vino después, los cinco años intensos con Kant y con Platón, fueron difíciles, pero fui yo quien eligió, con esos elementos azarosos rondándome, como a todos, siempre ahí. Soy responsable y razonablemente feliz por lo que hice. Lo que no hice no ha tenido consecuencias y no vale la pena pensar en ello, mucho menos lamentarse por lo que no fue.


(1) Fernando Savater: Ética para Amador, ed. Ariel, Barcelona, 1991, págs. 29-30.
(2) Jean-Paul Sartre: El existencialismo es un humanismo, ed. Del 80, Buenos Aires, 1981, págs. 21-22.
(3) Ibidem, págs., 16-17.



Algunas páginas con información sobre sus películas:




Procedencia de las imágenes:
https://www.biografiasyvidas.com/bio
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-57866/fotos/detallegrafia/k/kubrick.htm
https://www.amazon.es/Atraco-perfecto-Killing-Sterling-Hayden/dp/B003Z7RP4O/?cmediafile=20065530

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se ruega educación en los comentarios. No se publicarán los que incumplan los mínimos. El moderador se reserva el derecho de corregir la ortografía deficiente.