viernes, 28 de agosto de 2020

Diario de un profesor peliculero (54): de otras realidades y otras apariencias o ficciones


Desafío total: Fotos y carteles - SensaCine.comSiempre me ocurre lo mismo con una entrada. Me prometo que voy a ser conciso y preciso, que cada entrada será de un tema distinto, pero nada, me acecha el barroquismo y la desmesura y acabo escribiendo el doble de lo que debería y siempre me dejo algo para el día siguiente. Así que hoy voy a ser disciplinado. Tres películas, lo justo y necesario y ni una palabra de más.

Desafío total. Advierto que la ciencia-ficción me aburre, pero que hay ciertos autores que tienen un puntillo filosófico más que interesante. En especial Philip K. Dick y Stanislaw Lem. De las múltiples narraciones del primero se han llevado unas cuantas al cine. Ya hemos comentado la película Blade Runner y tiene también muchísimo interés Minority Report, basada en un relato corto escrito en 1956 con el mismo título que la película. Dick es también autor de otro relato, “Podemos recordarlo todo por usted” (1966), que dio lugar a la película Total Recall, estrenada en España como Desafío total y en Latinoamérica como El vengador del futuro.  

En la película se nos cuenta la historia de un trabajador que contrata una aventura virtual, concretamente ser un detective que se enfrenta a los malos y finalmente se queda con la chica. Esto debe hacerse mediante el implante de recuerdos falsos (algo que también aparece en Blade Runner), una posibilidad que haría que Platón se revolviese en su tumba: él, que concebía el recuerdo (reminiscencia) como acceso a la verdad, no sé qué pensaría ante esta película en la que, con ese truco, se nos habla de la casi imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia, el recuerdo de la ficción y la verdad de sus sucedáneos. Hay una página en Internet en la que se explica muy bien esto. Por cierto, los responsables de dicha página también han hecho una interpretación marxista de la película, cuyo enlace está al final. Que nadie deje de ver este link en el que se califica -muy acertadamente- a la película de “obra maestra de la ciencia-ficción metafísica”. Efectivamente, acabamos de ver la película y, si vamos más allá de los puñetazos y los tiros, la pregunta vuelve a ser qué es real y qué no lo es.


Segunda película: El Show de Truman. Es un Gran Hermano llevado a su paroxismo. Por cierto, estudiantes, me asombra que año tras año todos sepáis en qué consiste el programa de televisión que lleva ese título, pero prácticamente nadie haya oído hablar del libro de Orwell. También me inquieta, con lo de la pandemia, la cantidad de gente que no está dispuesta a registrarse en el radar que ayudaría en los rastreos, porque eso es que "el gobierno me quiere controlar y a mí no me controla nadie", pero luego da permiso al móvil para acceder a todos sus dados, incluso, como decía un meme, a la linterna.
Cartel de El show de Truman (Una vida en directo) - Poster 1 - SensaCine.com

Esta película está dirigida por Peter Weir, director de otra que os gusta mucho y a mí nada: El club de los poetas muertos. Su guionista es Andrew Niccol, que dirigió otra película que solemos ver y trabajar con ella en Valores éticos de 4º: Gattaca. El show de Truman es una película compleja, que escogió a un histriónico actor cómico, Jim Carrey, para que interpretara a Truman, un ciudadano satisfecho con su vida, en la que vamos descubriendo que nada es como parece, que toda ella es espectáculo, apariencia, escaparate. La ciudad en la que vive es un mundo autorreferencial objeto de una retransmisión en directo hasta los detalles más nimios. En la película, como en las anteriores, el tema es apariencia y realidad, pero aquí hay también una crítica a los medios de comunicación de masas y a la sociedad del espectáculo. Para nuestra desgracia, lo reconocemos sin esfuerzo. Y, por supuesto, dos temas éticos: felicidad y libertad.

Hay muchas secuencias memorables. En una de ellas, al responsable del programa que televisa la vida de Truman le preguntan por qué Truman no se ha cuestionado nunca su realidad fingida, y entonces responde que porque solemos aceptar la realidad tal y como nos la presentan, no tal cual es. Claro, otra vez el mito de la caverna: los prisioneros que permanecen confortablemente juntos, con las mismas certidumbres, qué más da que sea realidad o apariencia. Si tomamos la apariencia por realidad, entonces será aún más real que la realidad. Además, ¿nos va a hacer más felices esa realidad suprema, queremos saber la verdad? De hecho, cuando Truman descubre (no hay un Sócrates que le guíe, más bien una pléyade de sofistas compinchados en una fabulosa simulación) por azar la farsa y decide abandonar el show, lo que se abre ante él es la incertidumbre y la soledad, el frío de la libertad. ¿Es mejor seguir en la feliz ignorancia del fondo de la caverna o perseguir ese camino empinado que conduce -esperamos- al conocimiento de la verdadera realidad? Truman hace su apuesta, puede salirle mal. E, insisto, está solo, ni siquiera Sócrates va con él.

En el siguiente enlace, que incluye una recopilación de secuencias, se ve claramente la analogía entre el mito platónico y la película. Truman opta por salir al exterior y el enlace incluye la ascensión (el escarpado camino) y la salida a la luz. Al contrario de lo que decía Platón, no estamos seguros de que Truman, además del conocimiento, obtenga la felicidad y se sienta dichoso con el ascenso a la luz, tal vez sea el peaje a pagar por la libertad. Pero, como se preguntaba Nietzsche, ¿cuánta verdad es capaz de soportar un hombre, se llame Truman o como cualquiera de nosotros?


La tercera y última película de hoy es La rosa púrpura de El Cairo. En mi modesta opinión, una de las mejores y más personales de Woody Allen, un director del que se puede decir que todas sus películas son muy personales, fuera de cualquier otro género. Esta es un cuento de hadas para hablarnos de una durísima realidad: una de las más sucias, la de una mujer que carece de medios económicos para tener una existencia digna y que, para colmo, sufre los malos tratos de un marido antropoide y primario. Su único escape es el cine, un entretenimiento que entonces debía ser barato y que le permite ir casi todos los días, de tal modo que la ficción acaba siendo más real que la realidad, porque esta es insoportable, una pesadilla. Del cine se dice a veces que es la fábrica de sueños; pues bien, aquí hay un sueño sensacional, una utopía en la que creer al menos a tiempo parcial. La protagonista, sin embargo, extiende esa ficción hasta hacerla repetida  y confortable, como el niño que quiere que se le cuente la misma historia una y otra vez.
Cartel de La rosa púrpura de El Cairo - Poster 1 - SensaCine.com

Vemos en el propio cartel de la película de qué va: alguien sale de la pantalla para besar a una mujer real. Del blanco y negro al color, del pasado al presente, de la ficción a la realidad. Y ella se deja querer, cede voluntariamente. Pongo esta palabra en cursiva porque seguramente Cecilia (Mia Farrow) preferiría que su tiempo (la Gran Depresión) fuera gozoso, que su matrimonio fuera pleno y enriquecedor y que su trabajo de camarera fuera interesante y bien remunerado. Pero la realidad es como es. Al contrario que en la alegoría platónica, la promesa de realidad es una distopía áspera. Por eso la ficción es preferible y ella huye hacia el cine-caverna, lugar del engaño y la simulación, pero también de la felicidad. O al menos del bienestar, sucedáneo suficiente.

Sin embargo, la magia existe y de la pantalla sale una tarde el arqueólogo Tom Baxter (Jeff Daniels), que inicia con ella una relación de amor, tan metafísica como redentora. La película evoluciona en dos direcciones: dentro de la película (Tom y Cecilia) y dentro de la película que aparece en la película, en la que la ausencia del protagonista disloca los acontecimientos al modo de la serie española El ministerio del tiempo. Me imagino a Platón desconcertado: una caverna dentro de otra caverna pero al revés y alguien que prefiere la ficción porque la realidad es tan sucia y dolorosa que no se puede soportar. Pero es que Platón no conoció la Gran Depresión ni tampoco el poder terapéutico del cine. Y tal vez debamos reexaminar, otra vez con Nietzsche, cuánta verdad somos capaces de soportar, cuánta de esa verdad puede tolerar una mujer. Porque temo que Cecilia busca el acomodo en la ficción de las sombras porque lo que se le ofrece no es precisamente el paraíso platónico del Bien, la Verdad y la Belleza.

Esta es la maravillosa secuencia en la que los límites entre realidad y ficción se rompen. El pobre Platón debe estar en su mundo de las ideas (el cielo platónico) meditando cómo reformular su dualismo:




Una interpretación marxista de Desafío total:

Páginas de Internet en relación con El Show de Truman:
https://www.youtube.com/watch?v=dI3fnJT8RUE (interesante comparación con el mito de la caverna de Platón, aunque la ortografía y las reflexiones finales son mejorables).

Páginas de Internet en relación con La rosa púrpura de El Cairo:



Procedencia de las imágenes:
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-6079/fotos/
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-18671/fotos/detalle/?cmediafile=20482778
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-286/fotos/detalle/?cmediafile=20253823

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