miércoles, 17 de febrero de 2021

Mitos y realidades de la hipnosis

 

Nunca a través de la hipnosis se puede conseguir que alguien realice un acto en contra de su voluntad. Lo contrario es uno de los muchos mitos que flotan por encima de este concepto. (…) Y para los profesionales de la salud es una técnica que puede aumentar la efectividad de muchas terapias. Debido a estas nuevas formas de comprender su práctica existen sociedades científicas que la estudian, revistas rigurosas sobre el tema, cientos de investigaciones publicadas, másteres universitarios…, que poco a poco están barriendo esa atmosfera fantasmagórica que la envuelve.

(…) Una de las definiciones más comprensibles es la de Robert Fisher: “es un estado de la mente en el que la gente puede entrar y salir con frecuencia sin necesidad de ser hipnotizado. Es como ir al cine y olvidarse del ruido de las palomitas, de la conversación de los otros y del runrún del aire acondicionado, porque la atención se centra en la película”.

Adentrémonos en esta metáfora. Cuan­­do estamos sentados ante la inmensidad de la pantalla, si la película nos gusta, es como si entráramos dentro de ella y nos quedáramos atrapados allí. La vivimos. Y nuestro cerebro no está atento a nada más, incluso las preocupaciones quedan fuera. El argumento nos lleva donde quiere. Y logra provocar en nosotros todo tipo de reacciones fisiológicas. Nos puede hacer llorar o reír. Cuando se trata de un trepidante thriller se nos puede acelerar el corazón o detener la respiración. Sin embargo, no estamos inconscientes, somos totalmente conscientes. En la hipnosis ocurre lo mismo, nuestra conciencia no está alterada, sino que la atención se centra en unas palabras, y ellas, como el argumento de una película, pueden lograr provocarnos diferentes reacciones.

En una pequeña práctica de grupo con alumnos de primero de la carrera de Psicología es fácil conseguir que muchos de ellos (alrededor de 80) respondan a sencillas sugestiones. Pueden notar que una parte del cuerpo les pesa mucho o, por el contrario, sentir que flota. Experimentar que una mano se queda pegada a la otra. Sentir cómo el cuerpo se balancea solo. O pueden empezar a salivar cuando se les hace entrar en una historia donde el protagonista es un jugoso limón.

Con la hipnosis se puede ir mucho más allá. Se puede conseguir que un sujeto alucine, que vea un elefante delante de él. O por el contrario, que experimente una alucinación negativa, que la mesa que tiene enfrente desaparezca de su vista. De la mente de la persona hipnotizada también se puede eliminar información. Como si utilizáramos una goma de borrar, se puede extraer el número cinco de su cerebro. De tal forma, que cuando se le pide que cuente sus dedos uno a uno, empieza: uno, dos, tres, cuatro, seis, siete, ocho, nueve, diez y once. Y se queda perplejo de tener ¡once dedos!

(…) También se puede conseguir, en algunos casos, que los sujetos hipnotizados experimenten “regresiones” a la infancia o a la juventud. La pregunta clave es: ¿realmente la memoria se incrementa o son solo imaginaciones? Es cierto que la hipnosis puede provocar la evocación de recuerdos olvidados, pero a veces la imaginación también pone su sal. Para comprobarlo se comparan las descripciones que relatan los sujetos de esos episodios infantiles con las de sus padres, y en muchos casos existen discordancias. “Recuerdo mi quinto cumpleaños en el piso de la calle de Pérez Galdós perfectamente. Los muebles, la gente que había…”. Y después, el familiar corrige esta nítida visión, argumentando que en esa época ya se habían mudado a otra casa. A los psicólogos no les importa demasiado que esos recuerdos no sean fieles a la realidad, porque lo que afecta al sujeto no es lo que le pasó realmente, sino su recuerdo, esa invención o experiencia subjetiva.

Son muchas las patologías o trastornos en los que la hipnosis ha mostrado su eficacia: ansiedad, depresión, fobias, tabaquismo, asma, trastornos dermatológicos, síndrome del colon irritable, náuseas y vómitos en la quimioterapia, sometimiento a procedimientos médicos estresantes, dismenorrea, dolor crónico, quemaduras, estrés postraumático… A veces se aplica como un elemento más del tratamiento.

(…) Para que a uno lo hipnoticen, lo primero que tiene que hacer es querer. No pasa como en las películas. Si una persona se niega, no hay forma de hipnotizarla. Además, hay que tener capacidad de atención, es decir, debe poder centrarse exclusivamente en las palabras del hipnotizador, si no, no será posible la hipnosis. Y, en tercer lugar, debe dejarse llevar. Si durante la sesión de hipnosis empezamos a pensar: “no noto nada”, “esto es una tontería…”, será difícil hipnotizarnos. El espíritu crítico lo hemos de guardar en el bolsillo, porque de otra manera ocurre como con una película: no nos dejaremos atrapar por el argumento.


Jenny Moix Queraltó:

http://elpais.com/elpais/2013/07/26/eps/1374856987_494248.html

 


CUESTIONARIO:

  1. Define “hipnosis”.
  2. Explica la metáfora del cine. ¿Se deduce de lo que se dice que la hipnosis es una alteración del estado de consciencia o que no lo es?
  3. ¿Cuál es su uso psicoterapéutico?
  4. ¿Puede alguien ser hipnotizado contra su voluntad?


Procedencia de la imagen:
https://psicologiaymente.com/clinica/tipos-de-hipnosis


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