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cursos completos, completísimos. Apenas he faltado siete u ocho días, dos bajas
que me inmovilizaron por un esguince y una lumbalgia. La vida me ha obsequiado con buena salud.
Ojalá por muchos años.
En
ese tiempo he conocido todas las leyes educativas de la democracia. Empecé con
la LODE, que fue sustituida por la LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE, LOMCE y LOMLOE. 35
cursos y 7 leyes; como la última apenas voy a disfrutarla, son 6, o sea, casi una
ley cada 6 años. Insoportable.
Porque
este es uno de los grandes problemas de la educación en España, que no hay modo
de que los padres de la patria se pongan de acuerdo en una ley que sea
aceptable y aceptada. Cada vez que hay un cambio de gobierno, comienzan a
reescribirse las nuevas normativas. Y así no hay manera. Me temo que, si en
poco tiempo hay un cambio de ejecutivo, suceda lo mismo de nuevo y la LOMLOE
fallezca sin haber sido del todo desarrollada. Ya sucedió con la “Ley
Del Castillo”: el gobierno entrante la fulminó en sus primeros días al frente
del país.
Nunca
vamos a estar todos de acuerdo. Desde luego, los de Filosofía no. Nuestras
asignaturas son un sobresalto continuo. Si se observa bien, solo permanece en
todo este tiempo la Filosofía de 1º de Bachillerato, si bien con una
disminución horaria de 1 hora desde el comienzo y 2 en alguna comunidad con
lengua propia. Pero por nuestro departamento han desfilado estas: Ética,
Alternativa a la Religión, Educación para la Convivencia, Historia de las
Religiones, Educación para la Ciudadanía, Filosofía 4º, Sociología,
Antropología, Teoría del Conocimiento, Aprender a Pensar, Filosofía, Filosofía
y Ciudadanía, Psicología, Historia de la Filosofía… Muchas de ellas desaparecieron como
lágrimas en la lluvia.
Algunas
tienen una hora a la semana. Una. Eso hace que nuestro alumnado se multiplique
y lo normal sea superar los 200 estudiantes año tras año. Hablamos de un
departamento en el que se corrige mucho. Hay profesores que tienen a su cargo
los mismos alumnos que yo en una sola clase. A veces he preguntado cuántos
alumnos es decente que se le encomienden a un solo profesor. Respuesta: es lo que
hay, chaval, argumento lentejas.
Así
que estoy cansado, muy cansado. No de la profesión, sino de las condiciones de
trabajo. Desde los recortes en educación (recortes, no ajustes como
perversamente se dice, como si fuéramos idiotas) no he levantado cabeza. Mi
salud física y mental se han resentido. El curso pasado toqué fondo, pero mi
médica consideró que podía seguir trabajando. De manera que ahí seguí, con el sentido
kantiano del deber y las admoniciones de mi madre desde el más allá. Ha llegado
la hora de descansar.
Por
cierto, mi madre. Soy hijo de maestra y padre de alguien que pronto será
profesor. El último día de clase, cuando ya habían desaparecido todos los
estudiantes me quedé parado en el patio y pensé que si viviera mi madre la
llamaría y le diría que he hecho lo que he podido, con dignidad y sin aspavientos.
Sí, mamá, lo que tantas veces me dijiste: que nadie te ponga la cara colorada,
sé puntual, prepara bien tus clases, hazlo lo mejor que sepas. Eso he hecho.
No
me lo han puesto fácil. Cuando conseguí escapar de aquel colegio privado
aterricé en Teruel: un curso allí y luego otro en Illescas. Era interino: 16 horas de
clase y apenas nada de burocracia. Nada. Luego aprobé las oposiciones en Valencia y
pasé por el IES Benlliure, Cheste, Campanar y 36. Muy poca burocracia aún, pero ya la cosa
empeoraba y empezamos con 2 horas más y asignaturas con menor dotación horaria,
es decir, más alumnos. Luego vine a Guadalajara, donde he estado los últimos 18
cursos, 15 en el Luis de Lucena y 3 en el Castilla. Y descubrieron algunos lumbreras
que a los profesores había que entretenerlos rellenando papeles para que todo
funcionara mejor (dicen ellos). Pedimos más recursos y la respuesta es más
papeles. Claro: el papel lo aguanta todo, lástima que la realidad suela ser de
otra manera. Desde hace unos cuantos años hay que hacer papeles y levantar acta para todo, pero
cuando pedimos más medios nos dan a entender que los recursos somos nosotros,
que hay que trabajar más por menos. Es el mercado, amigos, como dijo aquel.
La
llegada al poder de ciertos personajes significó el incremento de 2 horas
lectivas y luego 3, la disminución de horas para tareas burocráticas al Jefe de
Departamento, el aumento de la ratio y la eliminación de otros derechos como
eran el mal llamado año sabático o la disminución de la carga lectiva a los
mayores de 55 años. O sea, yo. Llego a todos los recortes y a ninguna ventaja.
Es lo que tiene ser un boomer…
En
estos años he tenido alumnos maravillosos, promociones extraordinarias. Me
enorgullece haber colaborado mínimamente a su formación. Gracias por estudiar
aquí, en el Luis de Lucena y en la enseñanza pública. Gracias también a sus
padres.
He
tenido tantos compañeros magníficos que sería imposible citarlos a todos. Han
sido cientos. Permitidme que nombre (en representación) a unos pocos.
En
Teruel conocí y compartí piso con Dani, uno de esos profesores serios, a los
que importa su materia y que cumple año tras año con su obligación. De los que
ennoblecen la profesión. Gracias, amigo.
Estoy
pensando en la jefa de estudios del IES Campanar (Valencia). En homenaje a
ella, María Eugenia, diré que he tenido Jefes estupendos, casi siempre jefas.
Especialmente difícil es el cargo de Jefe de Estudios de la ESO, ¿verdad,
Charo? Pues bien, gracias a vosotros, Charo, Eduardo, Yolanda, Carmen, Rosa, Quique… Muy especiales gracias a Blanca, qué pocas
personas he conocido con esa competencia profesional, con ese conocimiento, con
esa firmeza y al mismo tiempo con esa calidez humana. Este instituto le debe
mucho.
Normalmente,
pisan aula, pasillos, saben de los problemas de disciplina y, al final, son el
jefe de personal de todo el mundo. Casi todos tienen los pies en el suelo. Algún
equipo directivo he conocido, todo hay que decirlo, que no era el equipo del
instituto, sino el equipo de la administración en el instituto. Sus miembros suelen
estar enamorados de las leyes, sufren el síndrome de Estocolmo y no pocas veces
utilizan el cargo como trampolín.
De
mis muchísimos compañeros podría escribir cientos de folios, casi todos
elogiosos. Hace unos días, al salir de clase, estuve hablando con Amelia, creo
que es la persona con la que más clases y evaluaciones he compartido. Si
pudiera elegir a los miembros del claustro, sería la primera. No la única, que
nadie se enfade.
Qué decir de Raimundo. Allá donde quiera que estés, aprendí mucho de tu serenidad, de ese maestro que nunca decía que no a las clases más difíciles y a los alumnos más conflictivos. Paciencia infinita y brillante desempeño. Te fuiste para siempre, maestro.
Los
de filosofía somos gente rara. Se nos perdonan muchas cosas porque somos de
filosofía… Pues yo he tenido mucha suerte. He tenido compañeros hierbas,
espirituales, altivos y metafísicos hasta la histeria, pero entre todos ellos
está mi compañera del alma y amiga, Palmira, que me ha visto en lo mejor y en
lo peor, con la que he reído y también llorado. Gracias infinitas. Aprovecho
para decir que alguna vez hemos colado en la PDA y en la Memoria párrafos
ininteligibles a mayor gloria de la insustancialidad burocrática en la
documentación oficial. A los de filosofía no se nos engaña fácilmente con la
neolengua, hemos leído a Hegel…
También
debo mencionar a Juan, en Campanar, que dio cuatro horas de Latín para que yo
me quedara: generoso, excelente persona y el profesor más sabio que he conocido.
Seguro que ahora dirían que no es un profesor moderno, porque esta es la única
profesión en la que el calificativo “magistral” no es un orgullo, sino un
demérito. Ahora dejo el Departamento en manos de David. Imposible encontrar a
alguien mejor. Me preocupaba el futuro del Departamento, siempre en el alambre.
Pero no tengo dudas: me alegro de que sea él quien se queda al cargo.
Con
los Departamentos de Orientación no siempre he tenido buena sintonía, aunque ha habido de todo, lo normal. En 35
años he convivido con muchos de ellos, aunque hasta los años 90 no se normalizó su presencia en los institutos. Recuerdo con especial cariño a tres de ellos, de esos que tienen los pies en el suelo. También los hubo que vivían de espaldas al aula, nos reñían y nos decían
eso de “tenéis que hacer” para que la realidad coincida con sus celestiales
teorías. Pero en el Luis de Lucena está José Luis. He tenido la suerte de
trabajar a tu lado estos últimos años. Este centro es afortunado contigo al
frente. Así que gracias por tu ayuda, tu saber hacer y tus palabras siempre equilibradas.
Incluye en el equipo a Noelia, que ha soportado la desazón de este torpe tutor
y siempre ha tenido tiempo para mí. Gracias a los dos.
Suelo
decir que hay dos cosas que me gustan mucho de ser profesor. Una es la clase,
el aula. Es decir, la acción directa, el contacto con los estudiantes. Me
hubiera gustado tener menos, ya he dicho que me resulta imposible atender bien
a todos, son demasiados. En las películas y las series, el profesor suele tener
una clase con unos quince. Bendita ficción, la realidad es más áspera. Los
institutos están saturados, no hay espacio suficiente. Las ratios son
demenciales. Quien dice que la ratio no es importante o bien es un malvado
contable o bien la tiene pequeña. La ratio, claro. Pedimos recursos y se hacen
los suecos.
La
otra cosa que me gusta mucho es la heterogeneidad del claustro. No solo en
ideas, sino en procedencias, en conocimientos, en historias personales, en
métodos de trabajo. Miro a mi alrededor y hay muchos compañeros que saben mucho
de muchas disciplinas. En ningún otro oficio se da esto. No estoy hablando solo de quienes tienen plaza
de funcionario de carrera, sino de los que están un curso, de esos interinos
que merecen una plaza fija y toda nuestra gratitud. Así que gracias a todos por
lo que he aprendido de vosotros. Leí hace poco que tienes suerte si te
encuentras con alguien que sabe más que tú, que ha leído, visto y viajado más,
que ha pensado mejor, porque de ese modo podrás cambiar de opinión. Pues yo he
hallado muchos de esos.
Como
dije el día de la comida, me resulta difícil encontrar a alguien por encima del
equipo directivo a quien dar gracias. Temo que ahí está la trinchera, entre los
que sabemos de educación y los contables, los que priorizan los ajustes
económicos, pero no escuchan a los que somos expertos en esto, es decir, los
docentes. Por eso me hace (maldita la) gracia cuando nos dicen que un centro
debe tener autonomía, pero sin dotarlo de financiación suficiente; o sea, la
autonomía heterónoma. Gran maravilla. Temo que es algo general en este país y
necesitamos reivindicar y practicar la escucha activa del otro. En este caso,
insisto, de nosotros, los expertos. En otros, serán los sanitarios, los
deportistas o quienes sepan de verdad de qué va la profesión.
No
me creo cuando me dicen que no hay dinero. Lo que sucede es que el dinero se
emplea en unas cosas y no en otras, es un asunto de jerarquías. Temo que para
el postureo siempre hay fondos, pero para las necesidades básicas que no salen
en los medios de comunicación nunca hay. Y mejor no me meto en la financiación
sistemática de la enseñanza privada, eso que llaman “concertada”, una anomalía
que lleva así más de tres décadas y que surgió para cubrir una necesidad, la
escolarización hasta los 16 años, que el Estado no podía garantizar. Insisto: más
de 30 años y el Estado todavía no puede garantizar un puesto escolar público
para todos. Algo falla.
Voy
a ir terminando. No me gusta la LOMLOE. Creo que no mejora en nada la LOMCE, es
más, introduce continuamente elementos emotivos (gestión de sentimientos,
educación emocional…) y deja en el aire los conocimientos propiamente dichos. Pretende
a toda costa que los alumnos promocionen, sin que los conocimientos sean
importantes, lo relevante parece la estadística y maquillar el llamado fracaso
escolar. En mi opinión, es una ley antiintelectualista que priva a las
generaciones futuras del derecho al saber y eso es un gravísimo error que
perjudicará mucho más a quienes no han sido favorecidos en la lotería socioeconómica:
esos solo tienen la escuela.
Otra
cuestión que no me gusta nada es la intromisión de agentes extrapedagógicos en el
sistema educativo. Las competencias, que no son nuevas (llevan desde 2006 con
nosotros), fueron una imposición de la OCDE (Organización para la Cooperación y
Desarrollo ECONÓMICO), así como las pruebas PISA. ¿Por qué hemos consentido que
los agentes económicos internacionales metan sus garras en nuestro trabajo?
¿Qué os parecería que los profesores hiciéramos unas pruebas a los bancos, a
ver cómo funcionan? Pues eso, que no es de nuestra competencia (nunca mejor
dicho).
En
los últimos años se han sumado al negocio empresas diversas: recuerdo un par de
bancos, un grupo editorial, dos compañías de telecomunicaciones, una agencia de
trabajo temporal, dos fabricantes de tablets y teléfonos móviles… Naturalmente,
a través de fundaciones… Porque esas empresas no tienen ánimo de lucro, como
todo el mundo sabe, son puro altruismo…
Por
eso, sospecho de algo tan extraño, borroso e inconcreto llamado competencias
(por cierto, tras mucho investigar, he encontrado que son una síntesis de conocimientos
-menos mal-, capacidades y actitudes); creo que es un caballo de Troya.
Veremos. Ojalá me equivoque. De momento, parece que la formación del
profesorado es prioritaria en competencia digital, lo que es moderno, cool y
molón. De las otras, pocas noticias. Yo supongo que, además, de manejar lo
digital (que es medio) se pondrán alguna vez con los fines, con el contenido,
que es lo que importa, lo útil y no solo lo utilitario. Por cierto, cuando lleguéis
a la competencia de aprender a aprender me llamáis, a lo mejor aún tengo ganas
de aprender a aprender a aprender.
Competencias
hay varias, creo, dicen. Sin embargo, en 18 cursos en Guadalajara nunca he
encontrado un curso de Filosofía (mi especialidad). Ni la Junta, ni los
sindicatos. Nada. Y mira que hay cursos y cursitos, incluso de resiliencia
(porque de resistencia los sindicatos saben cada vez menos y los profesores han
renunciado), de mindfulness, de ukelele, de burocracias varias y de
pseudopsicología (unos cuantos). Pero que alguien busque uno de Filosofía. Le
invito a cenar donde quiera. Yo he hecho muchos, cada sexenio me sobraban
horas, casi siempre pagando. Las Humanidades están dejadas de la mano de Dios
en la formación y la Filosofía desterrada. Igual es por plastas o porque se nos
supone una sabiduría infinita y para qué más...
Resumiré.
Si me bajasen la ratio y el número de horas lectivas y me liberasen de la
pesadísima e innecesaria burocracia, de aquí me sacaban los GEOS esposado. Soy
de otra generación, un profesaurio. Me importa el conocimiento y que mis
alumnos aprendan. No estoy cómodo en esta ley que llega ni lo he estado en la
que se va. Ninguna es de los míos. Porque los míos son los estudiantes y mis
compañeros profesores, esos expertos a los que quienes se dicen expertos ningunean,
desprecian e insultan desde muy lejos de cualquier aula.
Releo lo que he escrito. Es pesimista, sí. Decía Benedetti que un optimista es un pesimista mal informado. Soy pesimista, pero también voluntarista. Creo más en la voluntad que en la motivación y he dado clase motivado y desmotivado, cansado, agotado, enfermo, entusiasmado y maravillado. No importa. Kant, lo repito, es el que me enseñó, tras mi madre, que el deber no siempre va acompañado del disfrute desbordante.
Nada
más, ya me voy. Si me lo permitís, con unas palabras de ese sabio que fue Luis
de Lucena: “…la medicina más poderosa en tiempo de
peste es sacudir el ánimo de vanos temores: encarga no se fatigue el espíritu
con lo que engendra tedio, y que antes por el contrario se recree con lecturas
entretenidas, conversaciones festivas, música, baile, poesía, moderado juego,
etc.".
Buenas
palabras del patrón de este edificio que me ha dado cobijo. Está enterrado en
Roma, en la Basílica de Santa María del Popolo. Por si alguno va de vacaciones.
Gracias
a todos. No os rindáis.
Procedencia de las imágenes:
https://culturacolectiva.com/arte/como-entender-la-escuela-de-atenas-pintura-rafael/
https://elcajondelaschapas.com/2013/01/14/chapas-en-las-concentraciones-y-las/
https://www.herreracasado.com/2020/05/16/gentes/