¿Se ha ocupado el cine de la causa del feminismo? Por supuesto. No hablo
únicamente de heroínas, como vemos en Erin Brockovich (Steven
Soderbergh, Estados Unidos, 2000), sino de que el tema sea específicamente la
lucha por la igualdad.
En alguna de las películas, el tratamiento creo que es un tanto banal y
epidérmico, jugando con los tópicos más o menos manidos, tras los cuales la
propuesta es no solo superficial, sino incluso antifeminista. Veo esto en
películas como Armas de mujer (Working girls, Mike Nichols,
Estados Unidos, 1988), una más de esas películas en las que el prototipo de
estadounidense humilde aprovecha las oportunidades para mejorar su vida (self
made man/woman). En este caso, la secretaria que ha de enfrentarse, además,
a la otra mujer -la jefa-, que utiliza sus armas de mujer para trepar e impedir
a la sincera e inocente secretaria obtener lo que en justicia merece. Pues eso,
que la causa merecía mejor película.
Más valiente me parece otra de la que ya hemos hablado, Kramer contra
Kramer (Robert Benton, Estados Unidos, 1979). En ella se plantea un tema
delicado y nada fácil de tratar: el de la guarda y custodia del hijo. Si bien
es cierto que Estados Unidos y España tienen diferente legislación al respecto,
la cuestión planteada es peliaguda: ¿está el varón capacitado para hacer frente
a la crianza del hijo? En la película, un inexperto Dustin Hoffman hace lo que
puede. El señor Kramer nunca se ha ocupado de su hijo (“Ese tema lo lleva mi
mujer”, un tópico enormemente frecuente). Se estrella contra la realidad, su
incapacidad es manifiesta y no precisamente porque, como varón, no esté dotado,
sino porque ha dedicado su vida al trabajo, dejando en manos de su mujer (Meryl
Streep) las tareas del cuidado: el hijo, la casa… Efectivamente, Kramer ha sido
un padre casi ausente. Es probable que su desatención no sea voluntaria
exactamente, sino fruto de una educación que considera eso lo normal y,
que, en consecuencia, la costumbre está tan tatuada en la conducta que un
cambio radical de esta parece casi imposible.
No lo es, claro. Kramer aprende. Mal y tarde, pero aprende.
Algo similar ocurre en otra película también comentada: Historia de
un matrimonio (Marriage Story, Noah Baumbach, Estados Unidos, 2019).
La diferencia es que han pasado cuarenta años desde Kramer contra Kramer.
Se nota en las actitudes: Charlie y Nicole pactan una ruptura amistosa, ella
sabe que él sí es capaz de cuidar y criar al hijo en común. La sociedad ha
cambiado y ellos también. Nos reconocemos más en ellos aunque también hay ecos
de la otra película. No olvidemos que en España hemos pasado de la primera ley
de divorcio (siempre entendido como un conflicto, con denuncia, con necesidad
de una causa y de un tiempo de separación) al llamado divorcio exprés, en el
que basta la voluntad de uno de los cónyuges para que el conflicto encuentre
vías de solución rápidas y sin culpables.
Cada caso es un mundo, desde luego. La ley debe regular el proceso, pero
la casuística es infinita. No faltan cónyuges que echan la culpa al otro ni, en
sentido inverso, otros que asumen una culpa que no tienen y que, en
consecuencia, generan en ellos mismos sentimientos de bajísima autoestima,
ansiedad e incluso depresión. Cualquier terapia posterior a una ruptura sabe
que ha de seguir la vía cognitivo-conductual, es decir, un cambio en las
cogniciones, en la comprensión de lo que ha ocurrido, y una guía eficaz para
salir del laberinto. No siempre hay culpables y el hecho de que alguien le diga
a la otra persona que tiene la culpa no significa nada más allá de su
concepción de las causas de la ruptura. Puede tener razón o no. La complejidad
es lo habitual en estos casos: se mezclan los confusos sentimientos, la sensación
de fracaso y error y la necesidad de una explicación casi imposible.
No faltan quienes dicen que la culpa de las rupturas sentimentales es
que las mujeres de hoy no aguantan nada. Y es posible que algo de razón tengan.
La cuestión importante a plantearse es si una relación afectiva consiste en
aguantar. ¿No habíamos quedado en que lo importante era el amor, los proyectos
en común, la felicidad a todas horas y las perdices para comer? Pues parece que
no, que no siempre. La convivencia desgasta e impone servidumbres: hay que ir a
comprar, limpiar la casa, criar a los hijos, ver a la familia (política incluida)…
Son muchas cosas y el día no es chicloso. ¿Quién ha de ocuparse de cada una de
ellas? Ya sabemos que la división tradicional del trabajo obliga al varón al
trabajo remunerado fuera del hogar y a la mujer al trabajo no remunerado dentro
del hogar. Pero la sociedad ha cambiado, las mujeres se han incorporado al
mundo laboral y eso plantea una reflexión que no siempre se hace sobre los
tiempos y las tareas, cuya responsabilidad se da por supuesta.
Estoy seguro de que muchos hombres no han evolucionado con el paso del
tiempo. Por ellos, la mujer seguiría en ese tiempo de dependencia salarial y
afectiva. Pero, les guste o no, las cosas ya no son así. Tal vez las
transformaciones deberían ser más profundas y tendrían que abarcar los tiempos
de trabajo, los permisos para cuidar a familiares, etc. No parece que vayan por
ahí los tiros. De hecho, gran parte de la sociedad ha asumido que para conciliar
es preciso que los niños estén más tiempo en el colegio. Vaya, yo pensaba que
conciliar era estar más tiempo con los hijos, no menos. La escuela no tiene
como función primordial cuidar niños, sino educarlos, enseñar todos los
conocimientos posibles y no mantenerlos a salvo mientras sus padres producen.
Hasta hemos inventado una estupidez colosal: tiempo de calidad, algo que
se aplica a nuestros hijos cuando estamos poco con ellos, pero que ningún
empresario aceptaría si le dijésemos que vamos a estar trabajando dos horas
menos por el mismo sueldo, pero que serán horas de calidad.
En este tiempo, en esos años que separan estas dos películas, también la
sociedad española ha dado un salto cualitativo. Antes nos parecía que lo
natural era que, en caso de separación o divorcio, los hijos debían quedarse a
cargo de la madre. Era lo natural. Cada vez, sin embargo, son mayores los
porcentajes que otorgan la custodia compartida. En mi opinión, esto no es
contrario al feminismo, sino al contrario. Decir que la mujer ha de hacerse
cargo es, al mismo tiempo, liberar al hombre de una carga (“cargas familiares”)
y condenar a la mujer a asumir todo el trabajo.
Sé que no todo el movimiento feminista tiene una opinión unánime al
respecto. Recuerdo un encendido artículo en el periódico de una conocida
escritora que reclamaba una especie de custodia preferente para las mujeres
porque los hombres (como categoría) no son capaces de hacerse cargo de la
crianza de los hijos. No comparto esa concepción de las cosas. Creo que más
allá de las diferencias biológicas nada justifica la desigualdad, que es fruto
únicamente de la costumbre o del prejuicio.
Todos estos temas aparecen recurrentemente en muchas películas con una
fuerte carga feminista. Es decir, igualitarista, parece mentira que haya que
repetirlo. Pero es que la igualdad es reivindicación de lo que no es, aún no es
o debería ser. No se reivindica lo que se tiene sino lo que no.
Vamos con algunas películas excelentes al respecto. Uno de los clásicos
es, cómo no, Sufragistas (Suffragette, Sarah Gavron, Reino Unido,
2015). La historia no es bien conocida por todos y nuevamente repito que parece
mentira que haya que predicar en la ignorancia voluntaria y, lo que es peor,
orgullosa de su estulticia rampante que fundamenta el prejuicio. Las
convicciones se construyen sobre relatos que hemos aprendido en muchos lugares
(casa, escuela, redes sociales, barras de bar…). Que una persona esté
absolutamente convencida de algo solo quiere decir que está convencida de eso,
no que su convicción descanse en cimientos sólidos. Por ello hay que volver
sobre la Historia, eso que a algunos les parece adoctrinamiento. Los derechos
de los que gozan las mujeres hoy se han conseguido a base de sangre, sudor y
lágrimas. No han sido una dádiva bienintencionada, sino una conquista difícil
en la que muchas se han dejado la vida. Simplemente por pedir lo elemental, no
ventajas ni privilegios: igualdad de derechos y oportunidades.
He visto un par de veces la película con mis alumnos. La mayoría ignora
esa historia y la razón de que se conmemore -que no celebre- el 8 de marzo. Me
sigue incomodando que muchos estudiantes, especialmente los más jóvenes y los
más conflictivos, vean en ella y en cualquier otro elemento feminista un ataque
a ellos, como colectivo no sé muy bien si masculino, machista o simplemente
privilegiado (¿temeroso?). Por supuesto, nunca falta el clásico: ¿para cuándo
el día del hombre? Y aún recuerdo a un muchacho muy joven diciendo que las
mujeres deberían aprender a tratar a los hombres. ¿Y eso en qué consiste exactamente?
Por cierto, ¿a todos los hombres? Naturalmente, hay balbuceos de un pensamiento
turbio, poco maduro y producto de ecos de conversaciones o de ciertos foros
interneteros en los que no abunda precisamente la cordura y los argumentos de
calado. Este año me dijo una estudiante que si había machistas eso era algo
respetable porque todas las opiniones son respetables. Insisto: una.
Hay otras dos películas excelentes que abordan la cuestión. Curiosamente,
parecen muy distantes y distintas, pero no tanto. Se trata de La bicicleta
verde (Wadja, Haifaa Al-Mansour, Arabia Saudí, 2012) y Mary
Shelley (Haifaa Al-Mansour, Reino Unido, 2017). Efectivamente, la misma
directora. Vi la primera en su estreno y la ficha que nos dieron en la entrada
al cine decía que era la primera película rodada por una mujer en Arabia Saudí.
La primera y la última, pensé, no van a permitirle rodar más allí. No sé qué le
ocurrió a la directora, pero cinco años después estrenó una película muy british,
nada que ver en su factura técnica con la anterior. Sin embargo, no nos
engañemos: hablan de lo mismo. La lucha por los derechos de las mujeres tiene diferencias
culturales -cualitativas y cuantitativas- pero en ambas late el mismo mensaje.
En Mary Shelley, la autora de Frankenstein se enfrenta a su
ninguneo como mujer escritora. La obra, se sugiere, podría haberla firmado su
marido, el conocido poeta Percy Shelley, a quién le interesaría una novela
escrita por una mujer, ¡y tan joven! Pero Mary es tenaz. Cuenta con el apoyo de
su marido y de su padre, pero también vemos en ellos actitudes tibias, propias
seguramente de su tiempo en el que atreverse a algo era atreverse a mucho.
Recomiendo el final de la película: el reconocimiento elemental de la autoría,
de la igualdad, del mérito.
No son las únicas, desde luego. Queda mucho que decir al respecto, mucho
que ver. Los estereotipos se van tatuando también el lo que vemos en series y
en películas. Afortunadamente, también hay otras. Habrá que seguir.
Tráiler de Historia de un matrimonio:
https://www.youtube.com/watch?v=MmFE3AqC7PI
Fragmento
de Kramer contra Kramer:
https://www.youtube.com/watch?v=CKsRshrLi50
Tráiler
de Sufragistas:
https://www.youtube.com/watch?v=XVw1MUzjthI
Tráiler
de La bicicleta verde:
https://www.youtube.com/watch?v=s4ypsaGJRhA
Tráiler
de Mary Shelley:
https://www.youtube.com/watch?v=PJLO9vGa-0I
Algunas páginas
sobre películas feministas:
https://www.peliculasfeministas.com/#
https://www.espinof.com/listas/17-grandes-peliculas-feministas
https://www.elcineenlasombra.com/peliculas-feministas/
Procedencia de las imágenes:
https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-1237/
https://www.amazon.com/-/es/Wallspace-enmarcado-17-1-historia-matrimonio/dp/B07ZSFNDN4
https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-207621/fotos/
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