jueves, 14 de enero de 2021

Textos sobre ética

TEXTO 1

...cada persona se encuentra perteneciendo a un grupo que posee su propio código moral. La tarea moral no consiste ni en someterse ciegamente a él, ni en rebelarse ciegamente contra él. La moral no tiene nada que ver ni con la sumisión por la sumisión ni con la rebeldía por la rebeldía. La tarea moral que nos incumbe a cada uno de nosotros consiste en la progresiva moralización del código moral que encontramos vigente en nuestro grupo.

                        José Luis López Aranguren: Propuestas morales, p.73.

  

TEXTO 2

Cada individuo adviene al mundo no solitariamente, sino en el seno de un grupo social poseedor de una cultura y de una estratificación social, por someras que éstas sean. La cultura (...) consiste en un repertorio de pautas de comportamiento aprobado, de un "código moral" que dicte qué clase de actos son "buenos" y cuáles "malos" y de unos patrones de existencia (...) todo lo cual se articula o estructura en lo que hemos llamado una forma de vida o way of life. El hombre, pues, es hecho por la cultura a que pertenece, tanto por lo menos como se hace él, a golpes de decisión individual. Naturalmente, una cultura verdaderamente dinámica se está transformando siempre a sí misma, por lentamente que lo haga, y los autores de esta transformación son siempre los hombres (¿quién habría de ser si no?). Si, pero rara vez individualmente. Es cierto que de tiempo en tiempo, aparecen los grandes reformadores, los grandes revolucionarios y, con más frecuencia, los meramente rebeldes. Pero aun los reformadores y revolucionarios necesitan un grupo -los discípulos- a través de cual operar. La nueva moral surge así en un pequeño grupo, inserto en la sociedad global que, en el caso del triunfo, llega a transformar en su totalidad. Por otra parte, el nuevo proyecto de reforma o revolución moral se elabora -¿cómo iba a ser de otro modo?- a partir de la cultura establecida en relación dialéctica con ella. Y en cuanto al rebelde, hasta tal punto depende de la cultura y de la sociedad, que todo lo que hace es decirles "no".

                       José Luis López Aranguren: Propuestas morales, pp. 93-94.

 

TEXTO 3

La tarea de la filosofía moral es diferente de la tarea moral. El filósofo no crea moral: reflexiona sobre la ya existente, la critica, depura y sistematiza (...). Lo que sí hace es: 1) analizar el lenguaje de la moral (...); 2) mostrar el carácter moral del hombre individualmente y en comunidad, y 3) revisar filosóficamente la moral histórica creada y, en especial, los problemas morales planteados en la actualidad.

                        José Luis López Aranguren: Propuestas morales, p. 80.

  

TEXTO 4

Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, la termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de la ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él, y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?

Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de la termitas decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.

Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser como son y hacer lo que están programados para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben comportarse de otro modo. (...)

Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más débil; también podría haberse inventado una nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que no son hipótesis imposibles, mientras que un castor que fabrique panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente imposible. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos que no esté del todo). Podemos decir "sí" o "no", quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.

Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:

Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya, etc.).

Segunda: (...) No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). (...) Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente). (...)

En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. (...) Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene muchas más conciencia de los que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán: "¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la televisión, si los gobernantes nos engañan y nos manipulan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si además me falta dinero para comprarme una moto, que es lo que no quisiera?" En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se están quejando pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan: "¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra..." (...)

Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le apliques la prueba de filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tiene más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. "¡Para, ya está bien, no me pegues más!", le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: "¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático". Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales...

En resumen: a diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. (...) Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética.

                        Fernando Savater: Ética para Amador, pp. 24-33.

  

TEXTO 5

Las órdenes, por ejemplo, sacan su fuerza, en parte, del miedo que puedes tener a las terribles represalias que tomaré contra ti si no me obedeces; pero también, supongo, al afecto y a la confianza que me tienes y que te lleva a pensar que lo que te mando es para protegerte y mejorarte o, como suele decirse con expresión que te hacer torcer el gesto, por tu bien. También desde luego porque esperas algún tipo de recompensa si cumples como es debido: paga regalos, etc. Las costumbres, en cambio, vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina en ciertas ocasiones y también de tu interés de no contrariar a los otros, es decir, de la presión de los demás. También en las costumbres hay algo así como una obediencia a ciertos tipos de órdenes: piensa, por poner otro ejemplo, en las modas. ¡La cantidad de cazadoras, zapatillas, chapas, etc., que tienes que ponerte porque entre tus amigos es costumbre llevarlas y tú no quieres desentonar.

Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte permiso.

                        Fernando Savater: Ética para Amador, pp. 44-5.

  

TEXTO 6

Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer.

                        Fernando Savater: Ética para Amador, p. 55.

  

TEXTO 7

En resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Sería un poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las costumbres, como también a todos los caprichos, porque a veces resultarán convenientes o agradables. Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo. Cuando se es un niño pequeño, inmaduro, con poco conocimiento de la vida y de la realidad, basta con la obediencia, la rutina o el caprichito. Pero es porque todavía se está dependiendo de alguien, en manos de otro que vela por nosotros. Luego hay que hacerse adulto, es decir, capaz de inventar en cierto modo la propia vida y no simplemente de vivir la que otros han inventado para uno. Naturalmente, no podemos inventarnos del todo porque no vivimos solos y muchas cosas se nos imponen queramos o no (...). Pero entre las órdenes que se nos da, entre las costumbres que nos rodean o nos creamos, entre los caprichos que nos asaltan, tendremos que aprender a elegir por nosotros mismos. No habrá más remedio, para ser hombres y no borregos (con perdón de los borregos), que pensar dos veces lo que hacemos.

                        Fernando Savater: Ética para Amador, pp. 57-8.

 

TEXTO 8

Aunque yo voy a utilizar las palabras "moral" y "ética" como equivalentes, desde un punto de vista técnico (...) no tienen idéntico significado. "Moral" es el conjunto de comportamientos y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; "ética" es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras "morales" que tienen personas diferentes.

                        Fernando Savater: Ética para Amador, p. 59.

 

TEXTO 9

¿Que de dónde vienen los remordimientos? Para mí está muy claro: de nuestra libertad. Si no fuésemos libres, no podríamos sentirnos culpables (ni orgullosos, claro) de nada y evitaríamos los remordimientos. Por eso cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso procuramos asegurar que no tuvimos otro remedio que obrar así, que no pudimos elegir: "yo cumplí órdenes de mis superiores", "vi que todo el mundo hacía lo mismo", "perdí la cabeza", "es más fuerte que yo", "no me di cuenta de lo que hacía", etcétera. Del mismo modo el niño pequeño, cuando se cae al suelo y se rompe el tarro de mermelada que intentaba coger de lo alto de la estantería, grita lloroso: "¡Yo no he sido!" Lo grita precisamente porque sabe que ha sido él; si ha dibujado algo muy bonito en seguida proclamará: "¡Lo he hecho yo solito, nadie me ha ayudado!" Del mismo modo, ya mayores, queremos siempre ser libres para atribuirnos el mérito de lo que logramos pero preferimos confesarnos "esclavos de las circunstancias" cuando nuestros actos no son precisamente gloriosos.

                        Fernando Savater: Ética para Amador,  p. 112.

 

TEXTO 10

Y ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar con las consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al máximo lo bueno. A diferencia del niño malcriado y cobarde, el responsable siempre está dispuesto a responder de sus actos: "¡Sí, he sido yo!" El mundo que nos rodea, si te fijas, está lleno de ofrecimientos para descargar al sujeto del peso de su responsabilidad. La culpa de lo malo que sucede parece ser de las circunstancias, de la sociedad en la que vivimos, del sistema capitalista, del carácter que tengo (¡es que yo soy así!), de que no me educaron bien (o me mimaron demasiado), de los anuncios de la tele, de las tentaciones que se ofrecen en los escaparates, de los ejemplos irresistibles y perniciosos... Acabo de usas la palabra clave de estas justificaciones: irresistible. Todos los que quieren dimitir de su responsabilidad creen en lo irresistible, aquello que avasalla sin remedio, sea propaganda, droga, apetito soborno, amenaza, forma de ser... lo que salte. En cuanto aparece lo irresistible, ¡zas!, deja uno de ser libre y se convierte en marioneta a la que no se le deben pedir cuentas. Los partidarios del autoritarismo creen firmemente en lo irresistible y sostienen que es necesario prohibir todo lo que puede resultar avasallador: ¡una vez que la policía haya acabado con todas las tentaciones, ya no habrá más delitos ni pecados! Tampoco habrá ya libertad, claro, pero el que algo quiere, algo le cuesta... Además ¡qué gran alivio, saber que si todavía queda por ahí alguna tentación suelta la responsabilidad de lo que pase es de quien no la prohibió a tiempo y no de quien cede a ella!

¿Y si yo te dijera que lo "irresistible" no es más que una superstición, inventada por los que le tienen miedo a la libertad? ¿Que todas las instituciones y teorías que nos ofrecen disculpas para la responsabilidad no nos quieren ver más contentos sino sabernos más esclavos? ¿Que quien espera a que todo el mundo sea como es debido para empezar a portarse él mismo como es debido ha nacido para mentecato, para bribón o para las dos cosas, que también suele pasar? ¿Que por muchas prohibiciones que se nos impongan y muchos policías que nos vigilen siempre podremos obrar mal -es decir, contra nosotros mismos- si queremos­? Pues te lo digo, te lo digo con toda la convicción del mundo?

                        Fernando Savater: Ética para Amador, pp. 114-5.

 

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:

ARANGUREN, José Luis L.: Propuestas morales, ed. Tecnos, Madrid, 1983.

SAVATER, Fernando: Ética para Amador, ed. Ariel, Barcelona, 1991.



Procedencia de las imágenes:

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