En la entrada de ayer hacía referencia a las implicaciones
teológicas que existen en la película y remitía a un enlace en el que Nexus 6
pide explicaciones a Tyrell. Es ésta:
Se trata de una de las secuencias que más me impresionan de la
película. Muy dura, tanto por su tema como por las imágenes que muestra. Nexus
6 ha vuelto a la Tierra. Sabe que va a morir, le queda poco. Y busca al creador
para que ponga remedio a su condena. Qué creyente no se ha planteado alguna vez
esa duda, incluso esa rabia: no entendemos los designios del creador que nos crea
para morir, que es el dueño de nuestro destino y que arranca de la vida a
destiempo, siempre a destiempo, a quienes quieren vivir más, siempre queremos
vivir más.
Nexus 6 es el hombre, cualquier ser humano. Nos reconocemos en él,
un ser humano que se sabe mortal. A diferencia del replicante de la película, los
hombres no solemos conocer cuándo vamos a morir -y saberlo es seguramente mucho
más terrible que ignorarlo-. Pero Nexus sí, su tiempo se termina y, como el ser
humano que ya casi es, se rebela ante
la tecnología que hace las veces de naturaleza. Quiere quebrar su naturaleza,
ser más, más tiempo.
Muchos seres humanos buscan respuesta y consuelo en Dios, en cada
uno de los dioses que han construido e inventado. Incluso buscan cambiar el
curso natural de las cosas: rezan y piden a Dios que les libre de tal o cual
enfermedad, ofrecen exvotos, peregrinan, salen en procesión para solicitar o
para dar las gracias a la divinidad a la que atribuyen curación. No obstante,
al final, la naturaleza se impone y no hay dios que haya impedido que todo el
mundo cierre definitivamente los ojos. Los papas rezan a Dios y la cristiandad
reza con ellos cuando enferman, pero eso no impide que a todos les llegue su
hora final. Y así cualquier fe.
Nexus 6 es un replicante. O era un replicante. Una de las tesis de
la película (recordemos: es de 1982) es que la inteligencia artificial
alcanzará tal grado de complejidad que las máquinas podrán desarrollar
emociones, algo inconcebible y no previsto. La inteligencia, por lo tanto, se
volverá creativa y en consecuencia imprevisible. Más aún cuando de lo que
hablamos es del mundo sentimental. Una máquina está diseñada para hacer su
trabajo de la manera más eficiente posible. Una máquina no está pensada para
actuar por motivos personales (¿cómo podría?, serían entonces motivos de
persona-máquina), por prejuicios, símbolos, creencias, pertenencia, deseos… Es
decir, por todo ese molesto y tan humano cúmulo de elementos que no sólo mueven
a la acción, sino que son precisamente los que mueven a la acción, como bien
explicó Hume y como sabe cualquiera. La razón palidece en su eficacia al lado
de los sentimientos.
En el fragmento hay una analogía indudable con el discurso
religioso: “Yo quiero vivir más, padre”, le dice a Tyrell/Dios. Tyrell es Dios,
qué duda cabe, no sólo por su tarea de creador, por haber insuflado vida al
replicante (hecho a nuestra imagen y semejanza), sino por su aspecto. En la
iconografía tradicional se representa a Dios como un gran ojo: el que todo lo
sabe, el que todo lo ve. Tyrell es mostrado con unas gafas enormes que evocan
al ojo de Dios. Por si esto parece un poco traído por los pelos -al fin y al
cabo hay gafas de todos los tamaños-, cuando la respuesta a Nexus no es la que hubiera deseado, este levanta sus gafas e introduce un dedo en cada uno de
sus ojos. Pocas veces he visto una escena en el cine de semejante violencia. Y
no solo por lo explícito de las imágenes, sino por lo que ello significa: hay aquí
un parricidio, un deicidio y una liquidación definitiva, sin marcha atrás, del
pasado dependiente.
El diálogo que mantienen inmediatamente antes del crimen es este:
“Roy: No es nada fácil conocer a tu creador.Dr. Tyrell: ¿Y qué puedo hacer yo por ti?R: ¿Puede el creador reparar lo que ha hecho?DT: ¿Te gustaría ser modificado?R: ¿Y quedarme aquí? (…) Pensaba en algo más radical.DT: ¿Y qué? ¿Qué es lo que te preocupa?R: La muerte.DT: Me temo que eso está fuera de mi jurisdicción.R: Yo quiero vivir más, padre.DT: La vida es así. (…) Tú fuiste formado lo más perfectamente posible.R: Pero no para durar.DT: La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo y tú has brillado con muchísima intensidad, Roy. Mírate. Eres el hijo pródigo. Eres todo un premio…R: He hecho cosas malas.DT: Y también cosas extraordinarias. Goza de tu tiempo.R: No haré nada por lo que el dios de la biomecánica me impida la entrada en su cielo”.
Sostenía Sigmund Freud que la muerte del padre (ilustrada en su
discutido complejo de Edipo) es un elemento esencial en el desarrollo de la
personalidad. El padre sustancia la moral, el deber. Del padre se depende
emocional y axiológicamente. Con el padre hay una lucha desde la infancia, nos
limita, nos prohíbe, regula nuestras acciones e indica el camino de lo bueno y
lo malo. Con el padre hay una relación de amor-odio. Por lo tanto, la muerte
del padre es una liberación dolorosa. Liberación porque con él desaparece el
sustrato, el suelo tiembla bajo nuestros pies y nos deja solos, libres pero
indefensos. Cuando Nexus mata a Tyrell
lo hace con dolor. Con la muerte del padre muere una parte de él, la infancia,
la dependencia y el sentido. Ahora es libre: dolorosamente libre, tiene que
inventar. Nexus sabe que, una vez consumado, el mundo será otro y no mejor.
Nexus no quiere matar sino vivir. Quiere que Tyrell viva para que él pueda
seguir viviendo. Pero no es posible: cuando el padre le da la negativa, la
relación se ha roto para siempre: el padre ya no es el aliado, aquél que todo
lo puede, sino el que empuja al hijo al mundo y le hace consciente de su
vulnerabilidad y de su muerte. Es también un acto de resentimiento hacia su
única posibilidad de vivir más.
Naturalmente, el padre es también el Padre. Tyrell es Dios como cualquier padre de cualquier niño es
su particular e insustituible Dios. Matar al padre es también matar a Dios, al sentido de la existencia, a las prohibiciones y a las sendas obligatorias:
Freud anuncia a Nietzsche. Decía el filósofo alemán con su ateísmo sin
paliativos que la muerte de Dios abrirá unas posibilidades nunca imaginadas,
será el momento de la aurora, del renacer, del superhombre (übermensch, más literalmente ultrahombre, el que está más allá de lo
humano). Pero, mientras ese superhombre crea los nuevos valores, llegarán los
tiempos del nihilismo, ese nihilismo pasivo, de los socavones y la tierra
baldía. El hombre común será consciente de que la tradición ha sido destruida,
pero no será capaz de construir. Se avecinan tiempos difíciles, de tránsito,
vaticinaba Nietzshe a finales del XIX…
Todo esto me recuerda mucho a una frase de Dostoievski citada
siempre por Sartre (y erróneamente atribuida a él): “Si Dios no existe, todo
está permitido”. Si Dios no existe, ¿cuál es el criterio moral para decidir qué
está bien y qué está mal? ¿La cultura, cada ser humano? Pero, queramos o no,
nuestra cultura occidental está asentada sobre unos cimientos sólidos llamados
cristianismo. De manera que la muerte de Dios supone dinamitar los cimientos. Y
si la base no existe, el edificio se derrumba. Creo que no fuerzo mi lectura de
Nietzsche al defender que esto es lo que dijo exactamente. Sólo que aquí no
termina todo: Nietzsche insistía una y otra vez en la transmutación de los
valores, es decir, en la sustitución de un edificio (con sus cimientos, los del
logos, los de la religión) por otro (con los suyos, los de la vida).
Nexus quiere vivir. Matar a Dios es doloroso. Tal vez necesario.
Pero observemos cómo el director de la película nos muestra unos primerísimos
planos en los que no sólo vemos el sufrimiento de Tyrell, sino el del asesino
Nexus, que es consciente de lo que está haciendo y de las consecuencias que va
a tener. No estoy hablando, claro, de consecuencias penales, sino de lo que
toda esa escena simboliza: si Dios ha muerto, todo está permitido y eso produce
un vértigo insoportable.
De hecho, a partir de esta escena, la película se hace más
violenta. Es como si la muerte del padre/Dios hubiera liberado a Nexus de la
custodia moral y a partir de entonces la violencia abre las compuertas que la
contenían. Ya no hay castigo, ya no hay fundamento. Solo el silencio de Dios
que ampara cualquier cosa, el silencio que duele, la dolorosa consciencia de
ser libre.
Veremos nuevamente al final de la película un rebrotar de esa
temática religiosa. Nexus, a punto de morir, evoca con su conducta la de
Jesucristo: tampoco él quiere sufrir pero se sabe poseedor de ese destino. Estos últimos minutos me recuerdan fuertemente al
Jesucristo que se enfrenta en el huerto de los olivos a su destino, que invoca
al Padre y no quiere morir, que hará según su palabra, pero cuya doble naturaleza
se expresa como en ningún lugar. Nexus, en esas últimas escenas, atraviesa sus
manos con clavos que le arranquen dolor y le hagan humano, dolorosamente humano, un
Jesucristo que se aferra al dolor para aferrarse a la vida. Son terribles imágenes
de quien se sabe condenado y quiere vivir. Finalmente, como vimos en la entrada
anterior, su muerte no es en vano, se entrega a la vida salvando otra vida, la
de aquel que iba a matarlo o al que iba a matar: Deckard, el policía al que
solo queda ver morir al replicante mientras este se hace esas grandísimas
preguntas con las que la religión y la filosofía han obsesionado desde siempre
al ser humano: “Todo
lo que él quería son las mismas respuestas que todos buscamos: ¿De dónde vengo?
¿Adónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?”.
Ya vimos en una entrada anterior algunas películas de Unamuno. Hay
ecos unamunianos en estas secuencias, no sé si conocidos por el director,
probablemente no. Pero en España es imposible no asociar estas imágenes a esa
voluntad de fe y de vida que tuvo el pensador bilbaíno. Tampoco puedo dejar de
lado una película que gozó de mucho éxito en su momento y que en España tuvo una
excelente versión teatral: Jesucristo
Superstar (Norman Jewison, 1973). Allí tiene lugar esta doliente canción
que expresa ese desgarramiento. En España, la versión teatral protagonizada por el
recientemente fallecido Camilo Sesto también consiguió altas cotas de
dramatismo. Es el viejo problema del ser humano ante la muerte, de la necesidad
de responder a las preguntas, de la ¿invención? de Dios.
Fragmento de la película Jesucristo
Superstar (“Gethsemane”):
Versión española de “Getsemaní” interpretada por Camilo Sesto:
Procedencia de las imágenes:
https://www.elmundo.es/f5/2016/01/08/568fbdb1e2704e137c8b4643.html
https://bladerunner.fandom.com/wiki/Nexus-6
https://www.culturamas.es/2013/09/21/blade-runner-lastima-que-ella-no-pueda-vivir-pero-quien-vive-2/
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