Comencé la última entrada hablando de esos
formatos en redes sociales que impiden un desarrollo sostenido de un discurso
complejo. De lo contrario, vamos a la inmediatez y la epidermis. No es lo mío. Decía
Albert Camus en El hombre rebelde que
la verdadera destrucción del pensamiento es la consigna. La consigna es una
instrucción directa, ideológicamente redonda, sin fisuras, que invita e incita
a la acción en la que la crítica o la duda no están permitidas. La consigna es
fácil, llega a las vísceras, conmueve y mueve a la acción. Es muy común en todo
grupo cerrado sobre sí mismo. Lo diré sin eufemismos: en las sectas. Sí, ya sé
que los límites son francamente difusos. Siempre se habla de sectas religiosas,
pero hay modos francamente inteligentes de ser religioso y otros modos
sectarios ajenos a la religión. Entiendo por secta un grupo cerrado en el que
hay un líder carismático y una estructura piramidal en la que no hay otra
posibilidad que la obediencia y la sumisión. Las sectas tienen un discurso
cerrado, con respuestas para todos los problemas, sin posibilidad de duda o de
crítica. Cuando hay un elemento religioso se añade el libro sagrado, pero sí no
es así basta con la palabra de líder, del iluminado.
Muchas sectas añaden un componente económico, es decir, el enriquecimiento del
líder. Otros, los abusos sexuales y no faltan los que poseen un mensaje
apocalíptico.
Anoche vi una estupenda y durísima película: Redención (los casos del departamento Q)
(Christoffer Boe, 2008), la tercera de una serie de cuatro películas, hasta el
momento, que siguen la línea del cine neo-noir,
detectivesco y a menudo truculento. Dos policías investigan casos especialmente
difíciles, a punto de ser cerrados por falta de pruebas. Uno de ellos es un
verdadero obseso del trabajo, su vida es la investigación, encontrar a los
culpables, es el inspector Carl Mørck, que tiene un ayudante musulmán, Assad. Entre ellos hay un intercambio de
pareceres sobre el asunto de las creencias religiosas. El inspector es un
descreído, incluso le reprocha que sea creyente siendo una persona tan
inteligente. Esto enfada a su ayudante, que le responde que ya sabe que no hay
paraíso, que no se reunirá con sus familiares fallecidos en el más allá, pero
que la religión para él es algo más, es un sentido que el inspector no comprende,
no quiere comprender, algo que le ayuda a seguir adelante, una energía, incluso
una confianza (con-fianza, tener fe en alguien, con alguien).
No hay posibilidad de
entendimiento. Sin embargo, no es tan imposible. Obviamente, hay en la
religión, como en cualquier mensaje de absoluto, un peligro. El peligro no es
daño, sino posibilidad de daño, daño potencial. Todos conocemos personas
religiosas inteligentes y estúpidos ateos. Creo que la cuestión reside en el
discurso. Popper decía en su libro La sociedad abierta y sus enemigos –o yo
lo interpreto así- que las sociedades deben poseer un aperturismo dinámico
hacia el otro, hacia los otros. Obviamente, las sociedades cerradas son mucho
más celosas de sus tradiciones, costumbres, idiomas, creencias y cualquier otro
elemento identitario e impiden cualquier cambio. Por el contrario, las
sociedades abiertas son mestizas, porosas y no deberían tener ningún problema
en intercambiar en pie de igualdad cualquier elemento de su cultura con los de
otras culturas. Es decir, algo absolutamente opuesto al discurso sectario,
fanático y fundamentalista.
Lo malo no es que alguien tenga
una creencia (política, religiosa o deportiva), sino que pretenda imponerla a
los demás como la única verdadera. El pluralismo político se fundamente
justamente en eso: no que todas las propuestas políticas valgan lo mismo, sino
que todas ellas puedan argumentar y explicar a la ciudadanía sus programas,
pero a partir de ciertas normas básicas que todos han de aceptar. Por eso,
ciertos partidos políticos están prohibidos en muchos países y de otros hay
serias dudas acerca de su asunción de esos principios democráticos. Son esos
partidos que, de lograr el gobierno algún día, no dudarían en instaurar un
régimen totalitario (su verdad, a lo que ellos llaman la verdad) y fusilar a
los disidentes al amanecer. Son sistemas cerrados que no dejan espacio al otro.
Es más, repárese en que utilizan unos símbolos que, en teoría, son de todos,
pero se apropian de ellos como los vigilantes de la pureza patriótica que creen
que son. Su discurso es directo: parten de una situación de desasosiego,
señalan a un enemigo (real o inventado, presente o histórico) y se
autoproclaman líderes del cambio imprescindible, la única posibilidad para
liberar al pueblo (a lo que ellos llaman pueblo, naturalmente).
En religión ocurre algo
parecido. Decía André Comte-Sponville en su libro El alma
del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios que la religión en
ciertos ámbitos, es imbatible. Intentamos inventar ritos que compitan con los
religiosos: el matrimonio, por ejemplo, con cierto éxito. Pero hay otros en los
que no hay posibilidad. La trascendencia que implica toda religión no tiene parangón
civil. Cuando estamos ante la inminencia de la muerte -sigo a Comte-Sponville-
la religión ofrece un mensaje de esperanza y de perdón que el no-creyente no
posee ni puede poseer. Ese ateo ha de conformarse con la consciencia de la
materialidad y su finitud y eso no es sencillo de aceptar. Además, vivimos en
una sociedad en la que la presencia de la religión es grande e históricamente
innegable.
Recomiendo el libro anterior. No
es un ensayo contra nadie ni contra nada. De hecho, su autor es enormemente
honrado al decir que él procede de la filosofía materialista, pero no del
materialismo tosco e ingenuo. Por otro lado, la espiritualidad no se agota en
la religión. El mundo del arte y de la filosofía, por no buscar mucho, son
espacios del espíritu, pero no necesariamente religiosos, tampoco
antirreligiosos. Lo malo, como decíamos antes, es tomar el paquete completo y hacerlo tuyo sin digestión, esto es, sin
análisis ni reflexión de lo que es y de lo que vamos a aceptar y lo que no. Me
explicaré mejor y enunciaré mi postura: nada en contra de cualquier teoría
política o creencia religiosa que tengan una vocación de mejora de la realidad,
pero todo en contra de aquellas que pretendan anular al fiel, al militante o a
cualquier ser humano que se acerque. La duda, cierto nivel de duda, es
saludable siempre. La posibilidad de marcharse y elegir otras opciones vitales
también debe existir. Cualquier otro comportamiento se acerca peligrosamente al
fundamentalismo. O lo es.
El mundo del cine no ha sido
ajeno a esta temática. Voy simplemente a enunciar y comentar brevemente algunas
películas.
La cinta blanca (Michael Haneke, 2009)
es una de esas películas terribles que uno ha visto, que agradece haber visto,
pero que no quiere volver a ver. Unos personajes mezquinos y manipuladores, con
víctimas infantiles, sirven para diseccionar los orígenes del nazismo y la
terrible posibilidad de hacer daño para siempre a los más pequeños valiéndose
del integrismo religioso. Creo que si tuviera que indicar una película en la
que vi el mal, sería esta.
La noche del cazador (Charles Laugthon,
1955) es un clásico, una obra maestra. Pocas películas son tan inquietantes, en
pocas se ha filmado tan perversamente el miedo. No diré mucho, salvo que el
protagonista es un predicador siniestro que huele
el dinero y la posibilidad de obtenerlo a través de la manipulación de las
personas. Powell, el predicador protagonista, muestra su lado más amable y
seductor para ir descubriéndose lo que es: un depredador, un manipulador. Al
final enlazo un estupendo análisis de algunas de estas películas.
Sobre la manipulación política
hay muchísimo. No olvidemos que el cine fue un instrumento de propaganda desde
el principio. Es más, uno de los creadores del lenguaje cinematográfico, D. W.
Griffth, rodó la monumental El nacimiento
de una nación (1915), extraordinaria película con unas novedades técnicas
nunca utilizadas, pero que tiene un mensaje claramente racista y supremacista y
de apoyo al Ku-Klux-Klan, mostrado en tono heroico. Hasta los personajes de
negros son mostrados de un modo repulsivo e interpretados ¡por blancos con la
cara pintada! Sin duda, habría hecho las delicias, 30 años más tarde, de ese canciller
racista al que el atleta negro Jesse Owen mostró su poderío en los Juegos Olímpicos
de Berlín, allá por 1936.
Sí, Hitler, el líder nazi que
organizó unos juegos olímpicos a mayor gloria de la raza aria, que ese atleta
negro se empeñó en desmentir. Sobre esos Juegos Olímpicos se rodó ese año una
estupenda película, Olympia, que
dirigió Leni Riefenstahl, la cineasta de Hitler. La película documental suele
ser incluida en el top ten de las
mejores de la historia del cine. Pese a ello, tiene un marcado tono
propagandístico y, desde luego, exhibe sin rubor las excelencias de la supuesta
raza aria. La misma directora rodó El
triunfo de la voluntad (1935), tan brillante técnicamente como repugnante
en su mensaje propagandístico.
Hay tantas que sería imposible
hacer un recuento razonable. La cuestión hoy es que ese acerbo de películas
existe y tiene un indudable interés histórico. No hay que acercarse a ellas con
la actitud del prosélito, sino con la mente crítica de alguien que, en 2020,
conoce la Historia y los instrumentos para fabricarla a favor de ciertas
ideologías nada aceptables. Hay una corriente censuradora que últimamente campa
a sus anchas en todo el mundo, pero especialmente en Estados Unidos, empeñada
en tachar y prohibir todo lo que no se acomoda a sus bienpensantes
convicciones. Han conseguido clausurar exposiciones, desterrar libros de las
escuelas, desaconsejar teorías científicas e imponer sus convicciones. No creo
que este sea el camino. El conocimiento del pasado (Historia, Cine, Arte,
Religión, Filosofía…) no implica la adhesión a sus postulados. Pero la
ignorancia sí, esa es mala siempre. Y el ignorante es presa fácil del
pensamiento sectario.
Análisis de La noche del cazador:
Análisis
de El nacimiento de una nación:
Análisis
de El triunfo de la voluntad:
Procedencia de las imágenes:
https://www.casadellibro.com/libro-el-hombre-rebelde/9788420676562/2203979?gclid=CjwKCAjw0_T4BRBlEiwAwoEiAS5JmHs6Q6lTR47DJT9XmhuqmQzPX3iDCvaWcMqGX4T9U5AIWm6J6BoC7tcQAvD_BwE
https://laicismo.org/el-alma-del-ateismo-introduccion-a-una-espiritualidad-sin-dios/
https://cinetario.es/2016/03/24/diseccion-la-noche-del-cazador-de-charles-laughton-en-lo-mas-profundo-del-miedo/
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