Yo soy un entusiasta del cine con subtítulos. Creo que es una cuestión de
costumbre. Es verdad que a menudo, especialmente en las películas que tienen
mucho diálogo, puede costar cierto trabajo. También es cierto que en muchos
casos los subtítulos resumen en exceso (e incluso interpretan) lo que dicen los
actores. Sin embargo, los que son contrarios al subtitulado por esta última
razón no acaban de ver que en el doblaje la posibilidad de censura o recreación
es aún mayor.
Algunos ejemplos chuscos. En la película Casablanca, Victor Laszlo conversa con Rick y le dice esto: “Combatió
usted en Etiopía, combatió al fascismo en España…”. Sin embargo, en la versión
doblada se transformó en esto: “Llevó armas a Etiopía, luchó contra el Anschluss
austriaco…”. No es exactamente lo mismo, su eventual participación en las Brigadas Internacionales desaparece por arte de birlibirloque y el régimen tan contento con una película de amores, desamores y poco más.
En España existía censura
y el doblaje fue un instrumento de enorme eficacia. Permitía que las películas
extranjeras que llegaban aquí fueran convenientemente adaptadas para hacerlas
neutras en materia política, moral o religiosa, como mucho no demasiado beligerantes;
aceptables en todo caso para el régimen nacionalcatólico de la dictadura de
Franco.
Casablanca no fue una excepción. En el caso citado antes se manipuló el mensaje.
En otros (por ejemplo, el del himno francés) se suprimió directamente. Hubo
otros casos aún más delirantes: en Mogambo (John Ford, 1953) una pareja
dormían juntos sin estar casados, así que el doblaje los convirtió en hermanos.
En Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) se suprimió por completo una escena
por supuestas connotaciones homosexuales. La lista es interminable.
Por supuesto, otras
películas ni llegaron a España. Por ejemplo, la magistral Senderos de Gloria
(Stanley Kubrick, 1957) se estrenó en este país 30 años después. Claro que nuestros
vecinos del piso de arriba, Francia, tampoco tuvieron en esto mucha fortuna: la
película no se estrenó hasta 1975. Y no por cuestiones morales, sino más bien
por la imagen que daba del ejército francés, en el que unos incompetentes de
despacho mandan al matadero a los jóvenes franceses mientras ellos no se
ensucian los zapatos. Eso sí, enarbolando grandes palabras y agitando la
bandera, que eso es muy patriótico. El coronel Dax, un militar que en la vida
civil, antes de la Primera Guerra Mundial, era abogado, es un hombre
comprometido con la verdad, con sus hombres, con la justicia. Se les ha
ordenado un ataque imposible que ha fracasado. Los generales llaman a capítulo
al coronel para tomar medidas ejemplarizantes. La conversación es esta:
En este fragmento encontramos algunos temas de interés filosófico. En
la mayor parte de los casos son valores. Sí, como la asignatura. En esa
asignatura que algunos habéis cursado (otros habéis preferido Religión, es
vuestra elección, pero en Valores no hay nada en contra de la religión y sí
mucho a favor de la filosofía) se habla de valores éticos, como aquí. De eso
que guía la conducta porque es estimable o digno de admiración. Vemos algunos
en dicha secuencia.
La obediencia. Se dice
que hay que ser obedientes. A los niños se les indica que hay que obedecer a
sus padres. En la escuela, lo mismo. Y luego en el trabajo. En el mundo
religioso (al menos en el católico) las distintas órdenes hacen, entre otros,
voto de obediencia. En el ámbito castrense es exactamente igual: las órdenes
hay que explicarlas siempre que sea posible, pero hay que obedecerlas siempre.
En España tuvimos un episodio el 23 de febrero de 1981, el intento de golpe de
estado que fracasó. Después fueron juzgados y condenados sus responsables, al
menos aquellos que tenían cierta graduación. Sin embargo, incluso los máximos
responsables pidieron que se aplicase la eximente de obediencia debida.
Dicho de otra manera, cuando un superior te manda algo has de obedecer, sea lo
que sea. Repasemos la historia y veremos la de atrocidades obedientes
que se han cometido bajo esta excusa. Hoy, en casi todas las legislaciones se
indica que la obediencia tiene límites, y estas son las leyes vigentes, el
marco constitucional en el caso español. En conclusión, la obediencia es una
virtud sospechosa. Naturalmente, tiene plena vigencia en muchos ámbitos y en el
caso de los niños más aún: obedecer es un modo de aprender a obedecerse cuando
la madurez lo permita. También es necesario en muchos momentos por pura
supervivencia, aunque sepamos que el que manda no dirige, no coordina, no sabe:
sólo manda, grita e intenta que se le obedezca por miedo, que no por un respeto
que no merece. En no pocas ocasiones tendremos deseos de mandarlo a ese lugar
maloliente, pero debemos tener prudencia, control de impulsos y cálculo de
consecuencias. A veces se puede, otras no. En cualquier caso, la obediencia que
se pide en la película es una obediencia injusta, ciega y acrítica. Ese valor
hay que ponerlo en cuarentena.
El heroísmo. Héroe es
aquel que va más allá de sus deberes. ¿Cuáles son exactamente nuestros deberes?
Los legales son los que indican las leyes vigentes. Los laborales son los que
están especificados en nuestro contrato de trabajo o en el convenio del sector.
Los religiosos vienen indicados en los textos sagrados. Los morales son algo
más complicados: necesitamos sentirlos, admitirlos en nuestra conciencia,
hacerlos nuestros. Durante la pandemia se ha dicho que los sanitarios han
actuado heroicamente. Y es verdad: por eso les aplaudíamos en señal de
agradecimiento por su entrega. Ahora bien, ellos no querían ser héroes, sino
buenos profesionales. Se ha dicho -y yo lo suscribo- que han estado a la
altura, incluso mucho más. Ya lo sabíamos desde otras catástrofes como el
atentado del 11 de marzo: hicieron mucho más de lo que se les pedía en su
contrato. Y lo hicieron en muchas ocasiones sin medios, con protecciones
caseras e insuficientes. Arriesgaron su vida y algunos la perdieron. Hay que
mostrarles agradecimiento infinito porque su heroísmo fue una consecuencia de
unas circunstancias extraordinarias y no previstas y puede que en muchos casos
de la incompetencia de otros. En una sociedad bien organizada no hacen falta
héroes, sino los mejores profesionales a los que se debe dotar de medios,
respeto y reconocimiento. Incluyo al final el discurso de la enfermera Aroa
López en el homenaje de Estado a las víctimas de la COVID-19.
Hace muchos años
preguntaron a un representante de Gesto por la Paz, una asociación que luchó contra ETA entre 1985 y 2013, cómo se sentía al ser un
héroe y este respondió que no querían ser héroes, sino personas corrientes, es
decir, tener normalidad política en lugar de temor, poder pasear por la calle
sin miedo, ser de un partido político o de otro, no estar en la diana de los
pistoleros, poder sentirse español, vasco o del Señorío de Molina, sin que eso
afectase a su seguridad. Muchos de aquellos héroes que no querían serlo están
muertos y enterrados y a su valentía también le debemos agradecimiento porque
ellos dieron la cara cuando otros callaron y se escondieron o, peor aún,
colaboraron por acción u omisión.
Pero a los soldados que
se quedaron en las trincheras porque no quisieron ser héroes, porque ni
siquiera tuvieron la oportunidad, los quieren fusilar. Hay que suponer –dice un
general- que son unos cobardes, que no tienen valor…
Valor. Aristóteles decía
que la virtud está en el justo término medio entre dos extremos que yerran por
exceso y por defecto. El valor es un hábito, como todas las virtudes, que se
desarrolla por la práctica y que conviene que esté guiado por la razón. No me
imagino al griego agitando una bandera ni pidiendo que se fusile a unos
soldados por falta de valor. Se decía antes que el valor se le supone al
soldado. Bueno, seguramente es mejor tener un ejército profesional, por lo
tanto más caro, que un ejército de leva compuesto por soldados muy valerosos,
muy patriotas, muy de bandera e himno, pero de una incompetencia absoluta. Me
decía un capitán cuando allá por los ochenta hice la mili, que no ganaríamos
una guerra ni a la marina de Andorra. Él, por cierto, era un excelente
profesional, bien preparado, en una forma física envidiable, inteligente… y
patriota. Un día me confesó que despreciaba a una parte de sus compañeros de
armas, a los incompetentes y agandulados, a los que tienen un patriotismo
estúpido y hueco para disimular con gritos y cánticos su incapacidad. Recuerdo
sus palabras: “Yo amo a España, claro que sí, pero primero amo a mi mujer,
después al resto de mi familia y luego a España”. Él daba a España lo mejor de
su trabajo, su formación, sus horas corriendo, nadando y estudiando.
He pensado mucho en eso.
Algunos no lucimos banderas. Tampoco las quemamos para sustituirlas por otras,
que eso es otra forma hueca y agresiva de patriotismo. Pero intentamos hacer
bien nuestro trabajo, ser críticos cuando, en nuestra condición de ciudadanos,
no vemos algo claro. También pagamos nuestros impuestos en España, por cierto,
no como esos que aman mucho a España, que se dan patrióticos golpes en el pecho,
pero que se apresuran a fijar su residencia fiscal en otro lugar, porque ya se
sabe que el dinero no tiene patria y que amar a tu patria está bien, pero que
eso te cueste dinero ya es otra cosa, que Dios nos ha hecho hermanos pero no
primos.
En la película hay unos
segundos en los que se pone en cuestión el patriotismo. Son estos:
A lo mejor convendría redefinir el concepto de patriotismo, transformarlo
en algo menos romántico, menos de eso de amor a la tierra, la lengua de la
tierra, las esencias, las tradiciones, etc., y sustituirlo por algo más
ilustrado: ciudadanía, derechos y deberes. Es menos sentimental, incluso más
aburrido, aunque -yo creo- más ajustado
al siglo XXI. Pero qué digo: estos tiempos van justamente por el lado opuesto:
amor a lo tuyo, exclusión del diferente, muros y fronteras y protejámonos de los que vienen a cambiar los valores de nuestro país (como si los valores estuvieran esculpidos en mármol). Con este patriotismo no
comulgo. No obstante, sí estoy dispuesto a ser patriota de Ramón y Cajal, de
Nadal, de Nacho Duato, de Goya, de Cervantes, de Ortega y Gasset, de Clara
Campoamor, de Almodóvar, de Muñoz Molina, de Margarita Salas, de los Gasol, de
Aleixandre, de Buñuel, de Emilio Herrera, de Unamuno, de Gaudí…
En mi modesta opinión, estos son los españoles ejemplares. Pueden
agitar la bandera o no, eso a mí me da igual. Han agitado el arte, el deporte,
el conocimiento, la belleza, el ingenio, la justicia... Son ejemplo, sin duda. Aunque
suene un poco cursi, han llevado el nombre de España al mundo y lo han hecho
ofreciendo talento.
Sin embargo, no es el ejemplo que se pide en la película; los soldados
a los que se pretende fusilar no constituyen la ejemplaridad que pide uno de
los generales. Lo que quiere decir en realidad con ese eufemismo es que va a
castigar a unos cuantos a modo de escarmiento, rara ejemplaridad no
ejemplarizante: se fusila a uno de cada compañía porque el temor es una fuerza
poderosa y así, en la siguiente batalla, los soldados deberán elegir entre la
posible muerte en el campo de batalla (gloriosa y heroica) o la muerte segura
en un pelotón de fusilamiento sin gloria y con deshonor. Menos mal que el
coronel Dax pone las cosas en su sitio cuando pide que le fusilen a él, qué
mejor que el oficial al mando, el responsable, el que debe ser ejemplo
para sus soldados. Pero no, como veremos enseguida, eso significaría destapar lo
que no conviene ser destapado: un general ha dado orden de disparar sobre sus
propios hombres, una insensatez criminal que será obviada trasladando al capitán
que le pidió la orden por escrito, el molesto testigo de esa injusticia que
acabará convertida en posverdad, enterrada bajo un castigo ejemplar e
injusto en el que el coronel Dax será partícipe necesario, luchador por la
justicia en una parodia de juicio en la que todo está decidido antes de
comenzar. Oponerse a la farsa, ya se lo habían advertido, es deslealtad hacia
sus superiores. Y la lealtad aquí hay que entenderla como obediencia ciega y
acrítica.
Sólo él representa el humanismo compasivo. Y, sin decir nada más,
conviene contemplar la última escena de la película para saber que esos a los
que se manda a morir (heroicamente, con lealtad, obedientemente…) son personas
corrientes, humildes, con familias que les esperan y a las que esperan volver a
ver.
Final de Senderos de gloria:
Reseña de la película Senderos
de gloria publicada en 1986:
Sobre la censura en las versiones dobladas:
https://translation-traduccion.com/censura-doblaje-franquismo
Página de Gesto por la Paz:
http://www.gesto.org/es/
Página de Gesto por la Paz:
http://www.gesto.org/es/
Escena censurada de Espartaco:
Discurso de Aroa López, enfermera, en el
homenaje de Estado a las víctimas del COVID-19:
Procedencia de las imágenes:
http://losgatostambienopinan.blogspot.com/2008/11/especial-kubrick-senderos-de-gloria.html
https://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/1993-coordinadora-gesto-por-la-paz-de-euskal-herria.html?especifica=0
https://www.encadenados.org/rdc/rashomon/148-rashomon-n-100-stanley-kubrick/5379-senderos-de-gloria-paths-of-glory-1957
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