miércoles, 30 de septiembre de 2020

Quino y la filosofía

Hoy ha muerto Quino, dibujante argentino que creó el personaje de Mafalda. En no pocas ocasiones la filosofía estaba presente en sus dibujos. ¡Qué digo: siempre!

Aquí va mi humilde homenaje.








 

martes, 29 de septiembre de 2020

Diario de un profesor peliculero (59): De la piedad, de la igualdad, de la dignidad, de la empatía

Intocable se titula en francés IntouchablesCreo que el plural es significativo. En castellano hace referencia a una historia individual, algo que parece -y no es, no exactamente- una lacrimógena historia de probrecito minusválido dependiente. La película debe llevarnos a una reflexión más honda y más global: no se trata de saber qué hacer en este caso, con esta persona, sino algo más genérico. La película no habla (solo) de la empatía con ese tetrapléjico sino de la empatía con aquellos que se hallan en situación de dependencia: del este al todos.

El protagonista tiene suerte, es un ricachón soberbio al que la desgracia ha alcanzado con un accidente, a consecuencia del cual ha perdido la movilidad de cuello hacia abajo. Otros en situación similar no tienen la suerte de poder contar con fondos casi interminables para contratar a alguien que se ocupe de él a tiempo completo y dependen de ese maravilloso invento que verifica el progreso humano y que llamamos seguridad social. Una seguridad social siempre costosa y siempre necesitada de medios. Decía un célebre cirujano en una entrevista en televisión que la gente se va a quejar siempre porque seguramente esperan que les recoja un taxi en la puerta de su casa y les dirija al hospital más próximo en el que les atenderán sin demora los mejores sanitarios sin privarle de ninguna prueba ni atención. Es una pena que los recursos sean siempre limitados y que a la población no se le haya explicado el enorme coste de todo el sistema de protección social: sanidad y dependencia entre ellos. Que algo sea gratis para el usuario no significa que no cueste dinero, que cuesta y mucho.

Por favor, ruego una lectura lenta de lo que acabo de escribir, no vaya a ser que alguien interprete que estoy a favor de una sanidad de mínimos y que cada cual apechugue con lo que le toca y pague el coste de todo aquello que le va acometiendo a lo largo de una vida, por fortuna por encima de los 80 años en nuestro país. En absoluto digo esto. Hay países tenidos por ricos en los que se deja morir a una parte de la población por falta de una seguridad social similar a la que aquí tenemos; otros se endeudan de por vida para poder pagar los costes de la enfermedad que padecen. No me parece este un modelo a imitar. La racionalidad económica no debería estar reñida con una equidad en el cuidado que debe alcanzar a todos, pero especialmente a aquellos que no se pueden permitir pagar por ser cuidados porque bastante tienen con conseguir comer un par de veces al día y tener un techo sobre sus cabezas.

En relación con esto, suelo poner a mis alumnos una película que ya he comentado, Up. Refresco la memoria: el matrimonio es razonablemente feliz y tienen en proyecto acudir a ver las Cataratas Paraíso en cuanto ahorren lo suficiente. Pero diversos avatares hacen que rompan la hucha cuando necesitan el dinero. Me detengo con los estudiantes en esto y les pregunto si a ellos les ocurre lo mismo, si sus padres rompen la hucha cuando deben ir al hospital. Claro que no, me responden, eso es gratis. Y aquí es donde incido: gratis para los ciudadanos no quiere decir que no cueste dinero. La sanidad es muy cara, pero la falta de una sanidad universal es injustísima y promueve no solo la desigualdad sino que la esperanza de vida se vea mermada según el nivel adquisitivo de las personas. Así que de este modo conseguimos pensar que ciertos servicios públicos es conveniente que estén al alcance de todos y que no sea necesario arruinarse cada vez que la desdicha nos golpea, lo que ocurre varias veces a lo largo de la vida.

Francia, el país en el que sucede la acción de Intocable, posee una sanidad similar a la española. También allí tienen dificultades económicas. Por cierto, también allí (y en Italia, Reino Unido, Alemania…) sus sanitarios han recibido reconocimiento por su labor heroica. También allí han vuelto al raquitismo que tenían antes de la pandemia, especialmente en atención primaria. En todos estos países hemos constatado que nuestro sistema de protección social tiene algunos socavones que hemos rellenado con cartón. Y ahora aparecen con toda crueldad las carencias. Para muchos, todo les es debido y esto no es posible. Pero al menos hay que procurar que la ciudadanía posea un mínimo de justicia, unos mínimos de sanidad, unos mínimos de educación, unos mínimos de protección. No se trata de que digamos que se tienen, sino de que se tengan. Creo que la diferencia entre decir y ser no es precisamente baladí.

Philippe es el millonario tetrapléjico y Driss es un inmigrante con antecedentes que vive en el extrarradio parisino, una zona sin turistas que desmiente el apelativo de Ciudad Luz con el que se conoce a París. Allí malvive Driss con su madre, aparece y desaparece del hogar en el que se aprietan algunos hermanos más jóvenes. No es precisamente el palacete del centro en el que vive Philippe. Éste hace una convocatoria para elegir a alguien que le cuide. Recomiendo mucho estos primeros minutos. Desfilan ante él y la mujer que le asiste diversos aspirantes: todos lucen un currículum académico intachable, un humanismo sin fisuras y una vocación de servicio intachable. Y luego está Driss, que acude únicamente para que le firmen el papel que el servicio de empleo francés le ha dado. No tiene intención ni esperanza de que le den el trabajo, se sabe ajeno a ese mundo de blancos, franceses y adinerados. Es brusco y despectivo en su trato. Le vemos incluso hurtar un objeto de decoración. Philippe tampoco es que sea muy cortés con él. Reproduzco la conversación: 

Philippe: Diga, ¿cómo lleva lo de ser un mantenido? (…) ¿No le molesta vivir a costa de los demás? ¿No tiene el más ligero problema de conciencia? 

Driss: Yo no. ¿Y usted? 

Philippe: Diga, ¿se consideraría capaz de trabajar, tener obligaciones, horarios, responsabilidades…? (…) Podría contratarle un mes a prueba. 

Driss acepta. Y ahí empieza lo bueno. 

Vemos en esta conversación entre empleado y empleador algunos temas que dan mucho de sí en clase y fuera de clase. Philippe le afea haberse adaptado a un sistema de protección social que le ofrece ayuda pero que no le da una vida lo suficientemente digna. Le afea que no quiere salir de ahí, incluso que está viviendo a costa del erario francés. ¿A que esto nos suena mucho en España? Hay un discurso xenófobo y racista que repite el mantra de que los extranjeros vienen a quitarnos el trabajo, a vivir de subvenciones, incluso a que les den más que a los españoles. Lo malo es que en un contexto de escasez, los marginados por el sistema compran ese discurso sin reflexión y culpan a otros, aún más marginados, de su situación. En Francia hay partidos políticos que capitalizan este descontento y que señalan no a los culpables, sino a los que ellos dicen que son culpables, el mismo chivo expiatorio del que hablaba en la entrada anterior. 

Driss tampoco parece muy dispuesto ni muy esperanzado a otra cosa: Francia le ofrece poco, pero poco es mejor que nada y el resto de sus necesidades vitales se completarán viviendo en los márgenes de la legalidad y de la sociedad. Cuando se siente verbalmente agredido por Philippe tira de argumento tu quoque: “Yo no, ¿y usted?”. ¿Debería tener el rico problemas de conciencia por serlo?, ¿puede alguien enriquecerse sin pisotear derechos de otros?, ¿o más bien el rico es el que proporciona trabajo a los pobres y estos, en consecuencia, deben estarle agradecidos? También aquí sabemos de eso, en todas partes. Leí que una sociedad se crispa no cuando hay ricos, sino cuando hay pobres, cuando la miseria avanza, cuando la distancia entre los que tienen todo  y los que no tienen casi nada es demasiado grande. Es decir, la desigualdad ha existido siempre y en todos lados, pero la desigualdad extrema y a costa del trabajo y hasta la vida de algunos produce una sociedad profundamente injusta y potencialmente convulsa. 

Intocable es cine social, sin duda. Un género fuerte que suele cosechar premios y reconocimiento. Pero en esta ocasión se muestra envuelto en el ropaje de la comedia, un género dificilísimo, pero que nos hace pensar con la sonrisa en la boca. Una sonrisa que a veces se congela y otras suministra una bola de angustia que se desplaza hacia abajo. Habla de temas muy importantes, de la sociedad y de la injusticia. Los directores renuncian a exhibir una denuncia sobre la desigualdad de tintes panfletarios y ofrecen una comedia a veces brusca pero que funciona. Nos reímos aunque sabemos que lo hacemos porque reconocemos esa desigualdad, nos reconocemos en ella como sociedad abierta pero no demasiado abierta, generosa pero con límites, antirracista pero con menos posibilidades para los de otras razas… Un sí pero no. 

Philippe es prisionero de su clase social. Ese dinero con el que compra servicios y fidelidades no es suficiente. Por eso Driss se convierte en mucho más que un asistente. Hay una conversación con su hermano en la que este le advierte de que Driss tiene antecedentes penales y vive en los barrios marginales. Esta es la conversación: 

Hermano: ¿Quién es ese tipo? Nos tienes muy preocupados. Ivonne nos ha dicho que es un inconsciente y violento, le pegó a un vecino. (…) Hay que tener cuidado, no debes dejar entrar en tu casa a cualquiera. (…) No estoy seguro de que sepas de verdad con quién estás tratando. (…) Tiene una buena colección de antecedentes. Acaba de cumplir seis meses por atracar a mano armada una joyería. (…) Ten cuidado, esos chicos del extrarradio no tienen piedad. 

Philippe: Eso es exactamente lo que quiero: ninguna piedad. 

Es decir, Philippe agradece que no le traten con paternalismo, como a un inferior o como a un desvalido, sino como a un igual. Lo que al principio le molestaba acaba siendo lo que le gusta: Driss se ríe de sus devaneos literarios metafísicos, de ese supuesto arte moderno vacío y carísimo; comparten los cigarrillos y las conversaciones de madrugada… Driss no es otro, no es la peligrosa alteridad del que vive enfrente y se enfrenta, sino otro como yo.

Para terminar, estoy repasando algunas de las críticas que se hicieron en su momento a la película en la página de Filmaffinity (1) y veo que son muy desiguales. Javier Ocaña dice esto: "Tratamiento superficial; buen ritmo, (...) simpatía un tanto forzada, (...) drama no demasiado punzante”. Peor aún es la crítica de Sergi Sánchez: "Una película para público de multisalas, ávido de mensajes edificantes”. Mejores son los calificativos de Oti Rodríguez Marchante: "Magnífica, hilarante, humanista, inteligente y fresca sin tener que apartarse un gran trecho del tópico". También estos de Salvador Llopart: "Gracias a un brillante guión, Intocable tiene la habilidad de convertir asuntos cargados de tensión –marginalidad de arrabal, el color de la piel, la pobreza– en entretenimiento despojado de mala conciencia”. Carlos Marañón dice de ella que “tiene un toque asumible de cine social”.  Creo que la que más ajustada a lo que sentí cuando la vi por primera vez es la de Desirée de Fez: "Las claves de la eficacia de Intocable son una huida de la compasión, una escritura cuidadosa de los personajes y un uso extraordinario del humor”. 

Y un último apunte. Hace unos meses me encontré a un alumno que tuve en clase hace unos ocho o diez años. Estaba en un aula muy difícil, de esas en la que cada clase es un desafío y un desgaste emocional y físico importantes. Les puse esta película y trabajamos con ella. Me dijo que la recordaba muy a menudo y que aprendió que hay que tener empatía con los demás, ponerse en su lugar, que todos somos iguales. Y yo me fui a casa contento por lo que conseguí, al menos en un estudiante, hace ocho o diez años.


(1) https://www.filmaffinity.com/es/film217719.html

  

Algún análisis sobre la película:

https://www.espinof.com/criticas/intocable-radiante-optimismo

https://lamenteesmaravillosa.com/intocable-desdramatizando-las-limitaciones/

http://educacionysolidaridad.blogspot.com/2013/03/cine-educativo-intocable.html

  

Fragmento de su banda sonora (Ludovico Einaudi):

https://www.youtube.com/watch?v=nWcWgBCPj1c&list=RDnWcWgBCPj1c&index=1



Procedencia de la imagen:

https://www.amazon.es/Intocable-DVD-Fran%C3%A7oise-Cluzet/dp/B008TCUCUY


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Filosofía Occidental y Filosofía Oriental






Es posible hacer una distinción entre
filosofía occidental y filosofía oriental. En opinión de algunos, tal distinción marcaría la diferencia entre lo que es filosofía y lo que no lo es. Por ejemplo, para el pensador alemán Heidegger, no puede hablarse de filosofía oriental "porque la 'filosofía' es, en esencia, griega" (¿Qué es filosofía?). Es la tradición racional griega la raíz y germen de lo que entendemos en Occidente por "filosofía". La llamada "filosofía oriental" sería, en rigor, otra cosa.

La tradición de la filosofía occidental ve en ésta un hecho de la razón y un esfuerzo de ésta, y sólo de ésta, para dar un fundamento racional al mundo. Se trata de una actividad explícitamente preocupada por establecer sistemas conceptuales, fundados lógicamente y con pretensiones, si no de verdad matemática, sí de verdades razonadas. La razón, por tanto, sería tanto el ámbito (el qué) como el método (el cómo) de la filosofía. Esta razón se complementa con la exigencia de un lenguaje objetivo (o, al menos, intersubjetivo), alejado de la emotividad psicológica o de la sensibilidad religiosa.

Fijados estos presupuestos, la llamada "filosofía oriental" no debe ser entendida como una filosofía propiamente dicha, puesto que en ella no puede diferenciarse lo racional de la emotividad psicológica y de la vivencia religiosa. Esta concepción unitaria de razón-emoción-fe, se expresa en un lenguaje no vinculado a la exigencia lógico-racional, emotivo y subjetivo, quizá más sugerente, pero teñido de ambigüedad y no de precisión. Todo ello constituye una verdadera sabiduría no filosófica, pero no una filosofía en el sentido que nosotros damos tradicionalmente a esta palabra.

El sabio oriental no es un sabio en virtud de su saber racional solamente, sino también -y sobre todo- por la práctica ascética, la vivencia mística, la comunicación religiosa con la naturaleza, el dominio de los poderes psicológicos de la mente e, incluso, por la gimnasia y el ejercicio corporal. Su lugar no es la escuela o la universidad, sino el monasterio, porque su enseñanza y su práctica no proceden ni se dirigen a la razón, sino a todo el hombre como parte integrante e integrada en el Universo. No existe en la sabiduría o filosofía oriental una conciencia propia del hombre, su libertad y su razón como distintos y diferenciados de la naturaleza.

Actualmente, no obstante, la distinción es menos clara por la aparición en occidente de filosofías vitalistas, irracionalistas y existencialistas. En cualquier caso, estas nuevas filosofías se asientan sobre (aunque sea contra) la tradición griega. Tal tradición no existe en el caso de la filosofía oriental, que se asienta sobre presupuestos, problemas y sensibilidad distintos de los griegos. Por lo tanto, aun si aceptamos utilizar la expresión filosofía oriental, debemos tener claro que estamos hablando de otro tipo de filosofía.


Elaborado a partir del libro de Manuel Maceiras: ¿Qué es filosofía? El hombre y su mundo, ed. Cincel, Madrid, 1985.


CUESTIONARIO:

1.              Señala dos diferencias entre la filosofía oriental y la occidental.

2.              Explica las frases del texto que están en negrilla.

3.              Define estos conceptos:  Intersubjetivo, Emotividad, Razón, Fe, Tradición.

4.              ¿Cómo es posible que la filosofía oriental sea una sabiduría no filosófica?

5.              Establece la tesis o idea principal del texto.



Procedencia de la imagen:

http://territoriohuelva.com/actividad/filosofia-de-oriente-y-occidente/


lunes, 14 de septiembre de 2020

Algunas secuencias de 'Merlí'

MERLÍ - Sèrei TV · 1a temporada | Merli serie, Documentales, Series y  peliculasEn cuanto tengo ocasión digo que no me gusta nada la serie Merlí, sobre todo porque incurre en todos los tópicos de los profesores de filosofía. No obstante, tiene algunas secuencias memorables que utilizo en clase cuando la informática no se pone en huelga. Son estas:

El valor:
https://www.youtube.com/watch?v=mTJ5D-17EUM

El respeto:

Mito de la caverna:

Camus y el sentido de la vida:

El color de la carpeta:
https://www.youtube.com/watch?v=X2dGhI7V84I



Procedencia de la imagen:
https://www.pinterest.es/pin/195414071311676791/

domingo, 13 de septiembre de 2020

Diario de un profesor peliculero (58): del chivo expiatorio

Cartel de Sufragistas - Poster 1 - SensaCine.comUn chascarrillo común dice que el mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio. Muy cierto. El chivo expiatorio es alguien a quien echar la culpa de lo que ocurre, algo que tranquiliza mucho la conciencia. Eso de buscar inmediatos culpables es muy cómodo y tiene una gran utilidad como procedimiento de desviar la atención de la verdadera causa. Casi todo fenómeno social suele responder a causas complejas, por lo que abordarlo en su integridad requiere esfuerzo y tiempo. El reduccionismo, como su propio nombre indica, limita esas causas y atribuye todo a una sola o a muy pocas, algo más digerible por el común de los mortales. Si eso es un chivo expiatorio, aún mejor.

Ejemplifiquemos. Cierta persona tiene problemas económicos. No hay trabajo para todos y los disponibles están muy mal pagados o se sitúan en la economía sumergida. Te hacen un contrato de media jornada, trabajas 40 horas, pero te pagan 600 € y aún te hacen ver que tienes suerte y que has de agradecer al empleador tu fortuna por tropezarte con él que, gracias a que se salta la ley y los derechos de los trabajadores, te paga una cantidad con la que ni siquiera puedes hacer frente al alquiler en muchas ciudades españolas. Panorama desolador. ¿De quién es la culpa? No falta el que dice que cuando las mujeres no trabajaban, no había tanto paro. Tampoco es infrecuente el que dice que vienen los extranjeros, los sin papeles y ocupan los puestos de trabajo que deberían ser de los españoles y abaratan el mercado porque están dispuestos a trabajar por menos dinero.

A los que sostienen que las mujeres son las culpables les convendría ver la magnífica película Sufragistas (Sarah Gavron, 2015). O leer un poco de la historia de España, en la que las mujeres no pudieron votar hasta 1931. No hace ni 100 años. Claro que a quien está convencido de la superioridad de un sexo sobre otro o de una raza o de un país, es difícil que los argumentos penetren en su dura piel que ha fosilizado a base de depositar sobre ella un prejuicio tras otro. Una piel así sólo expele odio pero no admite empatía ni diálogo entre iguales. Así que soy pesimista al respecto. No obstante, creo que sí se puede hacer algo: evitar que germine ese resentimiento sin causa. O, mejor aún, impedir que ese descontento social que existe (siempre ha existido) se dirija al lugar equivocado. Manipular es relativamente fácil, pensar despacio es algo más complejo y, como digo siempre, cansado.

Segundo ejemplo. Te dicen que la seguridad social está en quiebra, que ya veremos si puedes cobrar tu pensión, que te hagas un seguro privado, que eso mola y es seguro. Y cuando preguntas cómo es posible, alguien te dice que la culpa es de los inmigrantes, que vienen a España (Alemania, Estados Unidos, Italia, Francia…) a chupar del Estado que es benefactor con ellos mientras racanea todo a los nacionales. De modo que la culpa es de los inmigrantes.

Los inmigrantes. Magnífico chivo expiatorio que da para todo y, de paso, permite aglutinar un nacionalismo de baratillo, de vísceras y gritos. Es algo más complejo pensar las verdaderas causas. Si alguien te paga menos de lo que la ley exige, la culpa no es del inmigrante, sino del delincuente explotador. Si la seguridad social tiene serios problemas (y los tiene) tal vez la culpa no sea (o no solo) del inmigrante, sino de aquel que no paga los impuestos que debería, es decir, del que no colabora en el mantenimiento de esa sociedad, de esa España (Reino Unido, Holanda, Suecia, Grecia…) que tanto dice amar. Eso sí, su amor no pasa por pagar lo que debe, eso que lo hagan otros. Y, por si acaso alguien se lo exige a ellos, mejor buscamos un chivo expiatorio.

Gran parte del cine y la propaganda que produjo la época nazi estaba destinada a señalar a los judíos como causantes de la ruina de Alemania, a la vez que se autoproclamaba al partido nazi como redentor y promesa de un nuevo orden. Cierto es que el antisemitismo es anterior, incluso muy anterior, pero su paroxismo se da en esos años treinta que preparan la Segunda Guerra Mundial. También es cierto que no fueron el único chivo expiatorio, pero sí desde luego el más visible.

El oficial y el espía': Polanski reflexiona sobre la persecución ideológica  a través de una absorbente investigación real
Hay una película reciente que tiene gran interés al respecto. Se trata de  El oficial y el espía (Roman Polanski, 2019), catastrófica traducción del título original, J’accuse, que hace referencia a un escrito del novelista Émile Zola en el que denunciaba la condena de un oficial judío del ejército, Alfred Dreyfus, acusado de espionaje y posteriormente condenado. La película se centra en el oficial que instruye una investigación que demuestra que Dreyfus ha sido condenado sin pruebas y acusado sin fundamento, es decir, se le ha utilizado como chivo expiatorio para ocultar una trama en la que estaban implicadas altas personalidades de la política y del ejército francés. Que nadie olvide lo que veíamos hace unas entradas al comentar la película Senderos de gloria, otro fiasco de la justicia militar francesa, otro gravísimo error que ensucia la palabra “justicia”.

En el tráiler de la película, que por cierto la revienta, vemos todos estos elementos. Vemos a Zola mostrarse valiente: él puede escribir lo que el oficial francés que ha descubierto la verdad no puede. A mi juicio, debería haber más metraje sobre el escritor, que apenas ocupa minutos y, con su acto de consciente determinación, inaugura el moderno compromiso de los intelectuales con la verdad frente al poder. Se dice en periodismo que si lo que escribes no molesta a nadie, entonces no haces periodismo sino propaganda. Lo que hizo Émile Zola fue mucho más que lo que otros estuvieron dispuestos a hacer. También él fue un chivo expiatorio y sus libros se quemaron en la vía pública. Este es el enlace:


No es la primera vez que vemos arder libros. En Berlín, allá por mayo de 1933, los estudiantes que simpatizaban con las tesis de Hitler acarrearon unos 20000 libros para ser quemados públicamente. Los autores tenían muchas procedencias, desde luego buena parte de ellos eran judíos. Pero lo que vinculaba a todos ellos es -según los pirómanos- su espíritu antialemán. Rara cosa esa que debería comenzar por la definición de qué es exactamente ser alemán, o, por hacerlo aún más difícil, qué es exactamente ser español. Porque, según dicen algunos, solo hay un modo de ser español, el que ellos dicen o gritan, por supuesto. Temo que la diversidad es una realidad, mucho más que esas supuestas esencias patrias que se gritan mucho pero se argumentan muy poco. También aquí sabemos mucho de eso de quemar libros y también a sus autores. Por supuesto, España no ha sido el único país en buscar chivos expiatorios: en Italia puede visitarse la Piazza dei Fiori en la que una escultura nos recuerda que allí quemaron a Giordano Bruno. Qué decir de Galileo, del que ya hemos hablado. O de la persecución calvinista en Suiza que liquidó entre otros al español Miguel Servet.

Calvino, Savonarola, Torquemada, Goebbles…. La lista de los que han buscado culpables trufa la historia, sin que se libren ni siquiera esos países supuestamente más cultos y desarrollados. Parece que todos responden a lo que parece un chiste y no lo es: un borracho estaba buscando sus llaves, que había perdido, bajo una farola; alguien le preguntó si estaba seguro de que las había perdido allí, pero el borracho contestó que creía que no, pero que bajo la farola al menos podía ver. Pues bien, lo que ven esos tipos antes reseñados, es lo que su integrismo intelectual les permite. Han acudido a la farola de su fundamentalismo político o religioso y no ven más que lo que están dispuestos a ver. Y si no hay nada que ver, entonces dirán que es por culpa de… ¡el chivo expiatorio!

Recuerdo muchas películas al respecto. Intentaré no extenderme mucho. Me interesó mucho una película francesa titulada Esta es nuestra tierra (Lucas Delvaux, 2017), traducción solo aproximada de Chez nous, que aborda la transición de una enfermera comprometida con su comunidad hacia un nacionalismo excluyente en el que hay una identidad que compartir y unos culpables de que las cosas no siempre vayan bien. La protagonista se siente impelida a entrar en política; es, según le dicen, una mujer del pueblo, una francesa como sus vecinos. Pero enseguida empiezan a aparecen las distinciones entre los buenos y malos franceses, los inmigrantes y los que ya estaban allí, etc. Una excelente película para que todo el mundo se interrogue sobre qué es eso de la identidad colectiva, cómo se ha formado y cuáles son sus genuinos enemigos.

El cine francés ha entrado con valentía en este tema, en España no tanto. Entre las muchas películas que nuestros vecinos del norte han hecho hay algunas divertidísimas que utilizan la comedia como procedimiento para hacernos pensar al respecto. Comentare muy brevemente alguna.

Bienvenidos al norte (Dany Boon, 2008) cuenta la historia de un director de una oficina de correos que quiere ser trasladado a la Costa Azul, pero que, por querer utilizar malas artes, es enviado al Norte, a Pas de Calais. Poco menos que Mordor, si nos dejamos llevar por lo que le dice a su mujer. Y allí, buscando confirmar una inferioridad cultural y unas costumbres primitivas que no existen más que en su imaginación, cambia progresivamente de opinión y consigue vencer eso tan poderoso que es el prejuicio. Deliciosa comedia que, los que conozcan bien el idioma francés, deberían ver en versión original. Por cierto, se hizo una adaptación más que notable a la realidad italiana: Bienvenidos al sur (Luca Miniero, 2010).
Quiero ser italiano | A contracorriente films 
También me gusta mucho Quiero ser italiano (Olivier Baroux, 2010). Aquí hay muchos más elementos en juego (advierto: spoiler): un inmigrante argelino finge ser italiano para vender en Marsella coches de lujo Maserati. Se ennovia con una francesa a la que dice que sus padres viven en Roma. Pero no es así, claro. De repente, un infarto de su padre le obliga a hacer el Ramadán que su padre no puede hacer y se enfrenta a su alejamiento del islam y a su occidentalizada hermana a la vez que su novia sigue en la creencia de que es un italiano y en el trabajo empiezan a sospechar que algo raro ocurre, lo mismo que piensan sus amigos judíos. Pero ¿qué es ser italiano?, ¿y francés?, ¿y musulmán? ¿Son categorías excluyentes? La película acaba razonablemente bien, con la recuperación de una identidad integradora. Recomiendo también escuchar la música que constituye la banda sonora, cargada de todos los tópicos de lo que significa ser italiano.

Bastante peor (aunque el material del que disponía era excelente) es Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philippe de Chauveron, 2014), en el que se narra el encuentro de un matrimonio muy conservador con sus hijas, que traen a la cena familiar a sus parejas: un musulmán, un chino, un judío… Le faltó valentía, tal vez un guión mejor, pero el tema siempre es el mismo: ¿qué es ser francés y a quién le vamos a echar la culpa cuando las cosas vayan mal?

Bastante mejor, pero por eso merece algo más que un párrafo es Intocable, con gran éxito en su estreno en 2011 y que en clase da mucho juego. Los apellidos de sus directores, Olivier Nakache y Eric Toledano, ya dan muchas pistas al respecto. Seguramente ellos también saben lo que es ser el chivo expiatorio. Otro día habrá que desarrollar lo que allí se cuenta.



Textos originales de Émile Zola: Yo acuso:

Quema de libros el 10 de mayo de 1933 en Berlín:

Canción de la banda sonora de Quiero ser italiano



Procedencia de las imágenes: 
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-222967/fotos/detalle/?cmediafile=21258101
https://www.espinof.com/criticas/oficial-espia-polanski-reflexiona-persecucion-ideologica-a-traves-absorbente-investigacion-real
http://www.acontracorrientefilms.com/pelicula/117/quiero-ser-italiano/

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Elogio del conocimiento

El conocimiento como enemigo del conocimiento | Grandes PymesHoy ha sido el primer día con alumnos tras muchos meses. He sentido alegría por saberme profesor presencial, lo de on-line no es lo mío. Entre mañana y el viernes recuperaré rostros (medios rostros) que ya tuve el curso pasado (poco más de dos tercios de curso presencial).

Y he pensado que uno de los objetivos de todo profesor es ampliar el conocimiento verdadero de sus alumnos, esto es, el conocimiento. Seguro que han oído de todo estos meses; si yo lo he oído, ellos también. Hay que aumentar el conocimiento científico de la población y el sentido crítico frente a la manipulación y los bulos.

Acabo de leer dos artículos en un periódico digital y he pensado en eso. Ahí van.

Feliz curso a todos. Es un deseo sincero y temeroso.







Procedencia de la imagen:
https://www.grandespymes.com.ar/2020/06/03/el-conocimiento-como-enemigo-del-conocimiento/

viernes, 4 de septiembre de 2020

Diario de un profesor peliculero (57): del terrorismo en el cine


Patria (Andanzas): Amazon.es: Aramburu, Fernando: LibrosDesde luego, tenemos malos y malvados en las películas para llenar varios libros. A veces se nos olvida que, tras esa seducción de la maldad en el cine, se esconden las víctimas, que no son precisamente personajes en un videojuego, sino personas de carne y hueso, como decía Unamuno. La violencia tiene atractivo para mucha gente, demasiada. Y justificadores hay en todos lados.

Aquí hemos tenido una banda terrorista, ETA, que ha liquidado a casi mil personas y otras muchas que han considerado eso de que el fin justifica los medios y, como sus fines son la libertad y la democracia (parece un chiste, ojalá lo fuera), liquidar a unos cuantos no deja de ser un efecto colateral. Hace unos años, cuando los etarras aún estaban activos, escuché unas declaraciones de Fernando Savater al respecto: decía que si no fuera porque matan, la gente se reiría de ellos, por lo ridículo que es su discurso. Sí, lo mismo pasa con esos guerreros de la fe que pululan por distintas partes del mundo con mensajes medievalistas y apocalípticos y que, por supuesto, están dispuestos a mandar a la otra vida a los que se oponen, incluso a los tibios. Ya se sabe que el musulmán moderado es un mal musulmán, que el vasco no incondicional es un mal vasco y así hasta el infinito.

El cine ha tratado estos temas, sí, pero aún estoy esperando la gran película sobre el terrorismo, sea etarra, del IRA, de las Brigadas Rojas o de cualquier otro. Lo que conozco no me complace en exceso. Algunas de las películas mantienen una equidistancia sospechosa: y no se puede ser equidistante entre el criminal y la víctima, entre el abusado y el abusador. Es relativa la elección de la comida, que si paella, que si cocido, pero no es relativo ni discutible que los Derechos Humanos son mejores y más justos que la tortura, las dictaduras y la falta de libertades.

Otras de esas películas parece que comparten fines aunque no medios y, por lo tanto, buscan una explicación comprensiva, una especie de “desde dentro”. En no pocos casos, eso esconde algo más que una comprensión descriptiva y se adentra en una comprensión disculpatoria. Reconozco que me altera el tema y que no estoy cómodo. En cine no he visto aún lo que sí he visto en prensa (Savater, Arteta, Calleja…) o en literatura, muy especialmente con la obra de Fernando Aramburu, cuyo novelón Patria ensombrece algo a las demás (está a punto de estrenarse una serie basada en la novela). Recomiendo muy especialmente Los peces de la amargura. No veo en ellos un ápice de compadreo con el terrorismo y sí un estudio profundo de la condición humana. Pero una cosa son los hechos -y son hechos el maltrato, la tortura, la guerra y el terrorismo- y otra muy distinta los valores, que no se enmarcan en el ser, sino en el deber ser. Es más, se llama “falacia naturalista” al intento de derivar valores de hechos; dicho de otro modo, lo que es no necesariamente debe ser, ni lo que deber ser necesariamente es. El abuso es un hecho, pero no debería serlo; la justicia debe ser una realidad, pero a menudo no lo es en el estado actual de una sociedad: aún así, debería serlo.

Los Derechos Humanos son el gran logro, la gran creación de la humanidad en materia de filosofía moral. Como todo el mundo sabe fueron acordados en 1948, tras el horror de la Segunda Guerra Mundial. Deben ser, no siempre son. Cada vez que sale el tema en clase es la misma historia: no se cumplen. Pues claro que no, no en todas partes, no en todo tiempo, pero ¿cómo se viviría mejor, con ellos o privado de ellos? Basta unos ejemplos para que los estudiantes veáis que no hay alternativa a ellos. Bueno, sí la hay, pero no creo que os gustase vivir en ella.

No hace tanto que esas bandas liberadoras propagaban por medio mundo su mensaje de miedo y su discurso de exclusión travestido de victimismo. Pero las legítimas reivindicaciones se canalizan a través de las urnas, incluso las más disparatadas. Y el límite es precisamente el respeto a los Derechos Humanos, que no son otra cosa que mínimos de justicia y dignidad. Dicho de otro modo, que cada cual, persona, pueblo o país, organice su vida como desee, la felicidad en esto va por barrios. Lo que no puede hacerse es un proyecto de sociedad de algunos a costa de la justicia o de que otros vivan en la indignidad. O, peor aún, que mueran a manos de los pistoleros. La felicidad, el estilo de vida de cada cual ha de construirse a partir de los cimientos de la justicia y la dignidad de todos. Una sociedad en la que caben pocos es una sociedad oprimida, la libertad es una posibilidad solo de algunos. Por eso digo que esos terroristas se autodenominan liberadores, sin que los supuestos liberados estén muy de acuerdo con ello. Los Derechos Humanos no pueden posponerse tras ninguna cuestión nacional o democracia a medida de los pistoleros. No son relativos, no son secundarios.

Cartel España de 'Días contados (1994)' - eCarteleraEn un curso titulado, creo recordar, “El cine español y los Derechos Humanos” una de las ponentes preguntó al auditorio cuántas películas creíamos que se habían rodado sobre el terrorismo en España. Yo pensé que una docena, puede que alguna más. No recuerdo cuál era la cifra exacta y no encuentro una buena referencia. En el enlace siguiente se nombran 30, aunque eran muchísimas más:


Repaso la lista y ninguna entra de lleno en el tema. Tal vez Yoyes (Helena Taberna, 1999) aborda la imposibilidad de abandonar impunemente la banda, como ya decíamos con la mafia en la entrada anterior. Días contados (Imanol Uribe, 1994) narra la normalidad de un etarra, uno de esos vecinos que nos saluda en el portal, alguien como cualquiera… Bueno, como cualquiera, no: en su mente anida el fundamentalismo, el núcleo duro de la ideología excluyente que convierte todo lo demás en hojarasca.

Vi hace mucho un corto sobre el tema que me impactó. Se titula El viaje de Arián (Eduard Bosch, 1995). Cinco años después, el mismo director rodó un largo con el mismo título. Lo siento, no he visto la película de metraje extendido, pero recomiendo el corto, que es dificilísimo de encontrar.

Mejor no digo nada de Fe de etarras (Borja Cobeaga, 2007), que no sé si es fallida, parodia o simplemente muy mala. Pese a esto que digo (muy personal, como toda opinión), no son pocos los que alaban su tono de comedia desmitificadora de un rústico terrorismo en horas bajas.

Creo que, como complemento a esta entrada, no estaría mal la lectura de Los justos, obra de teatro de Albert Camus en la que se expone sin tapujos el dilema de toda organización terrorista: los medios y los fines. Aquí es una célula que quiere matar al Gran Duque. Pero en el momento de soltar la bomba, el encargado percibe que le acompañan unos niños. Así aparece la tensión dramática entre Ivan Kaliayev, el que aún conserva el idealismo que distingue entre medios y fines y el riguroso Stepan Fedorov, que no repara en medios y que llamaría a la muerte de los niños, en terminología más actual, “daños colaterales”. En una discusión con otro miembro del grupo que le reprocha su indiferencia ante la muerte de los niños, Stepan Fedorov replica esto: “No tengo bastante corazón para estas tonterías. El día en que nos decidamos a olvidar a los niños, seremos los amos del mundo y la revolución triunfará”. Dora, la mujer que discute con él, contraargumenta: “Ese día la humanidad entera odiará a la revolución”. Pero Fedorov insiste: “Qué importa, si la amamos lo bastante para imponerla a la humanidad entera y para salvarla de sí misma y de su esclavitud”. Otro miembro, Annenkov, le recrimina: “Pero cualquiera que sean tus razones, yo no puedo dejarte decir que todo está permitido. Cientos de nuestros hermanos han muerto para que se sepa que no todo está permitido”. Réplica del implacable: “Nada de lo que pueda servir a nuestra causa está prohibido” (1). Aún recuerdo que, tras el atentado de Hipercor en el que murieron 21 personas, varios niños entre ellas, un tipo que simpatizaba con su causa (me niego a llamarlo político) no solo no lo condenó sino que dijo que “el tema de la violencia es muy complejo”.

El mismo dilema moral entre medios y fines aparece en multitud de películas de otras latitudes. Buena parte de ellas son de una puerilidad y de un maniqueísmo nauseabundos, pero hay al menos tres que quiero destacar: Juego de lágrimas (Neil Jordan, 1992), Réquiem por los que van a morir (Mike Hodges, 1987) y En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993). En las dos primeras se plantea el mismo dilema antes expuesto y su corolarios: la dificultad de abandonar a salvo una doctrina que tiene un brazo armado. Ambas tienen como protagonista al IRA, aunque su núcleo filosófico es la legitimidad de esa lucha y, al igual que en Los justos, los daños colaterales, los medios y los fines. The boxer (Jim Sheridan, 1997) también tiene mucho interés y está relacionado con el sentimiento gregario, casi de familia, como decíamos al hablar de la mafia, que protege a sus miembros y a sus familias, aunque estén en prisión.

En el nombre del padre | Emma thompson, Carteles de películas, EncarceladoLa tercera de las que hablaba en el párrafo anterior, En el nombre del padre, es otro aspecto del terrorismo, otro daño colateral. En este caso hablamos de un delincuente de poca monta que es encarcelado y acusado falsamente porque las autoridades británicas necesitan un chivo expiatorio que calme las ansias de venganza de tantos británicos (y no sólo británicos) indignados con los crímenes del IRA. Fue encarcelado durante muchos años junto a su padre, acusado de complicidad. Pero el azar y el empeño de una abogada hicieron que saliesen a la luz papeles en los que quedaba claro que habían sido encarcelados injustamente, manipulando las pruebas, simplemente porque a la opinión pública le tranquilizaba tener a culpables entre rejas. Naturalmente, esto nos lleva a otra cuestión: la necesidad de que el Estado cumpla sus propias reglas y no se convierta en una fotocopia de los métodos de aquellos a los que debe combatir. En el momento en el que se traspasa esa línea roja (la legalidad, la justicia) no hay vuelta atrás en la depravación moral de quien no repara en medios para lograr sus fines. De esto también sabemos en España.

Muy relacionado con este tema del chivo expiatorio, está la película Sacco y Vanzetti (Giuliano Montaldo, 1971) e incluso la española El crimen de Cuenca (Pilar Miró, 1980).


(1) Albert Camus: Los justos, ed. Alianza, Madrid, 1982, págs. 40-41.



Películas rodadas sobre el IRA:

Película Sacco y Vanzetti:

El terrorismo en el cine:



Procedencia de las imágenes: 
https://www.amazon.es/Patria-Andanzas-Fernando-Aramburu/dp/849066319X
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