Cuando Europa, el mundo, entró en
guerra en 1939, por aquí acabábamos de terminar la nuestra, una de ellas.
Porque ya es curioso que se llame Guerra Civil Española (GCE), como si no
hubiera habido más; de hecho, nos hemos pasado la historia liquidándonos unos a
otros. Aunque esto era una serie de cine y filosofía, creo que hay que nombrar
al que mejor entendió eso que hemos hecho excelentemente los españoles a lo
largo de nuestra historia: maltratarnos los unos a los otros en una tierra que compartimos.
Naturalmente, fue Goya, ese ilustrado genial. Lo hizo en su cuadro “Duelo a garrotazos”.
La GCE, como todo el mundo sabe,
terminó con la victoria de Franco y la instauración de una dictadura hasta que
el general murió en 1975. Después llegó, poco a poco y no sin grandes
dificultades (inflación, paro, terrorismos fascistas e independentistas, golpes
de estado…). El cine también cambió, se eliminó formalmente la censura y se
comenzaron a filmar películas sobre la GCE desde otras perspectivas. Dicen
algunos que el cine español está obsesionado con la GCE. No creo, no tanto. Si
preguntamos a cualquier joven, ha visto más películas de la Segunda Guerra
Mundial que de la GCE.
En tiempos de Franco se rodaron unas
cuantas, ensalzando lo que se llamó el Glorioso Alzamiento Nacional o recordando
gestas históricas heroicas. Para los curiosos, la película Raza (José Luis Sáez de Heredia, 1941) estaba basada en una novela
homónima firmada por Jaime de Andrade, que era en realidad un pseudónimo bajo
el que se escondía el nombre de Francisco Franco.
Las que se rodaron después, ya en la
Transición, fueron muy distintas y también de muy diversa calidad. Permitidme que
haga una pequeña digresión por alguna de ellas.
Me gusta mucho La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985), en su tiempo la más cara
del cine español. Se trata de una comedia, pero de una comedia especial, como
era previsible con Luis García Berlanga al frente del proyecto. Tiene algunas
escenas delirantes y hubo cierto revuelo en su estreno por hacer del drama
nacional por antonomasia una comedia. Pensad que en 1985 habían pasado 46 años
desde el final de la Guerra, no tantos. Desde entonces hasta hoy ya han pasado
otros 35 y para algunos parece que fue ayer. Berlanga filma el esperpento y
creo que es antológica esa última escena en la que la vaquilla se queda muerta
en tierra de nadie mientras los bandos siguen su habitual letanía de tiros e
insultos… muriéndose de hambre. Qué terrible metáfora rodada en formato de
comedia. Insisto: molestó a muchos.
Diez años después, Ken Loach estrenó Tierra y libertad. Es curioso que una de
las películas más conocidas sobre la GCE esté rodada por un británico, porque
británicos son también los grandes hispanistas: Gerald Brenan, Hugh
Thomas, Ian Gibson, Paul Preston,
Raymond Carr… Esta película se centra especialmente en dar una vuelta de tuerca
a la costumbre tan española de liquidarnos entre nosotros, incluso entre los
del mismo bando, como muestra el director en la película con el incidente entre
distintas facciones de la izquierda en Barcelona en mayo del 37, con más de 200
muertos (secuencia al final). La he
visto de nuevo hace muy poco: no es de mis favoritas, está rodada con cierto
descuido (se ven los micrófonos tres veces) y los actores son desiguales, así
como la película. Hay que prestar especial atención a las discusiones entre el
PCE y el POUM, esto es el eje de la película, una visión del enconamiento con
que se trataron los marxistas estalinistas y los marxistas antiestalinistas. Esto nos llevaría a un repaso de la filosofía
política de Marx y la diferencia entre ese socialismo teórico y el socialismo
real que tuvo lugar en la primera mitad del siglo XX en muchos lugares del
mundo. La película está basada, por cierto, en un libro de George Orwell, el de
1984, que se titula Homenaje a Cataluña.
Ay, Carmela (Carlos Saura) fue la sorpresa de 1990. Lo
fue por su éxito de público y crítica. Pero también por la más que notable
interpretación de Andrés Pajares, encasillado hasta entonces en papeles
intrascendentes en películas de destape junto a Fernando Esteso. Carmen Maura,
su pareja en la ficción, le da la
réplica maravillosamente. Cuenta la historia de dos cómicos de medio pelo, que
sólo quieren ganarse unas pesetas y a los que importa poco la ideología, lo que
quieren es buscarse los garbanzos. No obstante, algunas escenas, como la que
tiene lugar en el teatro repleto de prisioneros que van a fusilar figura entre
lo más sobresaliente. Es, por lo tanto, una comedia amarga, muy amarga. Su
mensaje final lo aproxima a La vaquilla:
¿qué importan las ideologías si el fin inmediato de las personas humildes es
buscar el sustento mínimo diario?
Mientras estoy escribiendo esto, me he acordado de la Guerra de
los Balcanes, a comienzos de los años noventa. Un profesor universitario (creo
recordar que croata casado con una serbia, tal vez al revés) decía amargamente
que croatas y serbios son la misma mierda aplastada por el carro de la
historia. Con perdón por la expresión -eran sus palabras-, es lo mismo que nos
ha ocurrido aquí.
Jaime Gil de Biedma escribió un terrible poema que se ha titulado “Triste
historia” o “Apología y petición”. Tres de sus versos dicen esto: “De todas las
historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España, / porque siempre
acaba mal”. Esperemos que se equivoque, el fatalismo tranquiliza a muchos, pero
no mejora nada.
Hay otra película relativamente reciente, que
proviene de una novela de éxito notable, Soldados
de Salamina (David Trueba, 2003). Creo que, en esta ocasión, es muy inferior al libro, pero
tiene algunas secuencias sobrecogedoras. Cuentan Javier Cercas (autor de la
novela) y David Trueba (director de la película) la búsqueda de un soldado
republicano que encañonó a Rafael Sánchez Mazas, miembro fundador de la
Falange, carnet número 4 de ese partido. No obstante, el verdadero protagonista
no es Sánchez Mazas, sino el soldado que pudo matarlo y no lo hizo. Vemos unos
minutos antes una secuencia (enlace al final) en la que en medio toma su fusil como si fuera una mujer en las fiestas de su pueblo y se arranca a
cantar a capela Suspiros de España (enlace
más abajo). Nuevamente vuelvo a lo de antes: un modesto campesino es arrancado
de su familia y de su tierra, deja sin sustento a los suyos y se le da un fusil
para que mate a quienes no le han hecho nada. Lo que en tiempos de paz sería un
crimen horrible penado muy fuertemente, en tiempos de guerra se llama heroísmo
y justicia. No obstante, él no se deja llevar por la corriente dominante, por
lo que Nietzsche llamaría la moral del rebaño: hace lo que debe hacer cuando no
hace lo que le dicen que debe hacer. Otro kantiano, hay muchos en las
películas.
Lo que me molesta un poco de las
películas sobre la Guerra Civil es, a falta de mejor caracterización, la escasa
fuerza que tienen muchas de ellas. Parece como si el dramatismo de una guerra
fuera suficiente, pero no. En esta línea coloco unas cuantas (no todos estarán
de acuerdo, claro): Libertarias
(Vicente Aranda, 1996), El viaje de Carol
(Imanol Uribe, 2002), La mujer del
anarquista (Peter Sehr y Marie
Noëlle, 2008), Las 13 rosas (Emilio
Martínez Lázaro, 2007), La mula
(Michael Radford, 2013), Gernika
(Koldo Serra, 2016)… Incluso la muy aplaudida Por quién doblan las campanas (Sam Wood, 1943), con unos actores
estupendos a los que, en esta ocasión, parece que les importa poco la historia
que están interpretando.
Entre las mejores películas que se han
hecho sobre el conflicto bélico español merece un lugar destacado Las bicicletas son para el
verano. No es una película que recree el frente, las explosiones o los
desfiles, sino, muy al estilo del cine español, cómo viven los personajes en
una situación tan difícil. Pero creo que ya he escrito mucho por hoy y dejo lo
de esa maravillosa película para mañana.
Secuencia de Tierra y libertad:
Dos secuencias de Soldados de Salamina:
Procedencia de las imágenes:
https://historia-arte.com/obras/duelo-a-garrotazos-de-goya
http://forodeculturadedefensa.blogspot.com/2013/05/la-vaquilla.html
https://www.filmaffinity.com/es/film157360.html
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