A ver
si termino ya con las películas sobre la GCE, que ya llevo un par de días de
monotema. Y eso que no voy a meterme -¡de momento!- con dos muy recientes: La trinchera infinita (Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, 2019) y Mientras
dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019). La primera aborda el tema de los
topos, personas que pasaron escondidas años, incluso decenios: de nuevo el tema
del ser humano enfrentado a una situación extrema. La segunda se centra en los
últimos meses de vida del contradictorio pensador Miguel de Unamuno y abordaría
el tema de la responsabilidad de las personas públicas ante la sociedad, mucho
más en situaciones límite. Merecen más que un párrafo. Por cierto, se hizo hace
pocos años otra película sobre Unamuno, que pasó injustamente sin pena ni
gloria, La isla del viento (Manuel
Menchón, 2015). Otro día.
Ayer
comenté una deliciosa película, La lengua
de las mariposas. Como vimos, hay muchos temas involucrados en ella, pero
si tuviera que resumir en pocas palabras de qué va, diría que explica para qué
sirve un maestro.
Sí,
ya sé, películas de
profesores hay para aburrir. Casi todas francamente malas. Yo las dividiría en
dos secciones: las bienintencionadas y las catastrofistas. O, de otro modo, las
buenistas y las pandilleras. Al
primer grupo pertenecen todas aquellas que parten de una visión idealizada de
la cosa docente. Curiosamente, gran parte de ellas son francesas, parece que a
nuestros vecinos del norte les importa mucho la educación, l’école de la République, como la llaman. Muchas de ellas parecen
dirigidas por alguien que no ha pisado un centro de enseñanza en su vida.
Conciben la educación de un modo angelical, como un instrumento para cambiar el
mundo. Y lo es, claro, pero conviene tener ilusión sin ser un iluso: soñemos con
los pies en el suelo. No obstante, casi todas acaban con el sistema imponiéndose a los que quieren
cambiar las cosas; los que mandan no van a consentir semejante desmán, ¿qué es
eso de poner en cuestión el statu quo?
Nada, nada, de inmediato hay que introducir una disciplina rígida y casi manu
militari imponer el orden.
A esa categoría pertenece desde luego la celebérrima El club de los poetas muertos (Peter
Weir, 1989), que suele gustar mucho a los estudiantes y bastante poco a los
profesores. Cuando llega el profesor Keating al exclusivo colegio quiere
cambiar los sistemas de enseñanza hacer
sentir a sus alumnos la literatura. No sabe dónde se metía. El sistema pudo con
él y ya no hubo carpe diem ni “Oh,
capitán, mi capitán”. La realidad ofrece la puerta de salida al benefactor
incomprendido. Es una pena lo poco que se parecen los institutos -sobre todo
los públicos- a la mayor parte de los establecimientos que salen en las
películas.
Algo parecido le ocurre al bonachón subalterno de Los chicos del coro (Christophe Barratier,
2004), película que tiene como valor más estimable una banda sonora
sensacional (al final hay una muestra). Esta vez el salvador de la educación es un antiguo profesor que se
ve obligado a hacer tareas de conserje, pero que recupera a los estudiantes más
díscolos y conflictivos a través de un coro. ¿Adivinan el final? El sistema le
pasa por encima, todo vuelve a ser como antes y ahí está la puerta de salida
para quien quiere cambiar las cosas.
Un pelín mejor, pero en absoluto merecedora del éxito que tuvo
es la francesa La clase (Laurent
Cantet, 2008), a medio camino entre la
ficción y el documental, pero tramposa y malintencionada hasta en el título
original, Entre les murs, con una
concepción de la educación como algo opresivo de lo que hay que liberarse. Los
que nos dedicamos a eso sabemos -una vez más- que una clase no se parece a eso
y que ninguno de los profesores tiene una
clase, sino muchas clases.
Porque es muy curioso: en todas las películas aparece un
profesor y un aula. No sé en qué emplean el resto del tiempo de su jornada
laboral. No veo en ninguna de ellas las cinco asignaturas distintas, 200
alumnos y 12-14 grupos con los que me obsequian las leyes vigentes un año tras
otro. Tal vez, si mi carga de trabajo consistiese en una sola clase con quince
estudiantes y sin burocracia, como sale en las películas, pudiera hacer más.
Aún más.
Algo mejor es la canadiense Profesor Lazhar (Philippe Falardeau, 2011), más próxima al suelo
pedagógico, aunque tiene también un aire angelical y desperdicia una novedad:
el profesor inmigrante, del que saca escaso provecho. Me gusta su realismo: el
profesor hace lo que puede, no es un ser de luz imbuido de una misión
trascendental, sino un tipo con problemas personales muy serios que, pese a
ellos, hace lo que puede.
Tiene también provecho Una
razón brillante (Ivan Attal, 2017), aunque se traslada a la universidad. Un
profesor de Derecho humilla públicamente a una alumna por su condición de mujer
y de inmigrante. La universidad le “sanciona” obligándole a prepararla para una
competición de debates. La película tiene un punto de interés indudable: el
respeto que hay que mostrar a cualquier persona, independientemente del color
de su piel o de su procedencia. También incide en los diversos modos que existen
de ser musulmán (podríamos decir que religioso en general). Y hay un tercero
que a mí me interesa especialmente: los argumentos falaces que va enseñando el
profesor a su estudiante, para descubrirlos… y para utilizarlos. Vale la pena.
Entre las catastrofistas y pandilleras podemos citar unas
cuantas. Es un género especialmente querido en el mundo anglosajón, en el que
no han hecho más que profundizar en el tema inaugurado con Rebelión en las aulas (James Clavell, 1967). Vista ahora
parece candorosa, sobre todo si la comparamos
con Mentes peligrosas (John N. Smith, 1995) o El
sustituto (Robert Mandel, 1996).
En mi modesta opinión, una de las mejores películas centradas
en el tema de la educación es la francesa Hoy
empieza todo (Bertrand Tavernier, 1999), desgarradora, realista,
sincera. Cuenta la historia de un
colegio al norte de Francia, en una región devastada por el paro y por los
problemas sociales. De las pocas que nos tocan el corazón a los que nos
dedicamos a esto. No pocos hemos conocido problemas así, desamparo, abandono,
falta de inversión y de medios. Por eso, invertir en la escuela pública no es
gastar. Es la única oportunidad para muchos estudiantes, eso que se llama a menudo
el ascensor social. Un puesto escolar es caro, desde luego. Y una cama de
hospital, pagar pensiones, etc. Ahora la reflexión: ¿es caro comparado con
qué?, ¿no será que decimos que lo es porque lo concebimos como un gasto y no
como una inversión de futuro? A veces se repite esta frase que creo muy
acertada: “Si la educación te parece cara, prueba con la ignorancia” (en
Internet se le atribuye mayoritariamente a Einstein, pero no he podido
verificar si es así, también aparecen otros supuestos autores; en todo caso, lo
importante es lo que dice, no quien lo dijo).
Otro día hablaré de mi admirado Albert Camus, niño muy pobre,
huérfano, sin ambiente cultural en su casa. Siguió estudiando gracias al empeño
de su maestro, Monsieur Germain, y a las becas del estado francés. A los 44
años era Premio Nobel de Literatura, uno de los más jóvenes en obtenerlo. En
una generación se había pasado del analfabetismo, la miseria y la ignorancia a
la máxima distinción literaria. L’école
de la Republique, naturalmente. Y el trabajo intenso de Albert Camus, esto
no hay que olvidarlo nunca.
Dejo ex profeso
otras que tienen un gran interés pero cuyo tema no es exactamente la educación,
aunque puedan tener una gran cantidad de metraje dentro de las aulas. Hablo,
por ejemplo, de la excelente La Ola
(Dennis Gansel, 2008), Cadena de favores
(Mimi Leder, 2000) o Entrenador Carter
(Thomas Carter, 2005). En poco tiempo
les tocará.
Y prefiero no hablar mucho de las series de televisión, ahora
no. Todos los profesores nos hemos encontrado personas que sostienen muy
convencidos estar al tanto de lo que ocurre en los institutos porque han visto Al salir de clase (emitida por Tele 5
entre 1997 y 2002), Compañeros
(Antena 3, 1998-2002) o el inefable Merlí
(TV3-La Sexta, estrenada en 2015), lo que nos faltaba a los profesores de
filosofía para que nos colgaran más sambenitos de los que ya tenemos… Mejor
dejo esto. En todo caso, adjunto al final una serie de enlaces de películas
sobre educación para quien desee ampliar.
Enlaces a páginas de internet sobre películas sobre
educación:
Procedencia de las imágenes:
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-5280/
https://www.amazon.es/Clase-DVD-Fran%C3%A7ois-Begaudeau/dp/B003Z7SF84
https://journals.openedition.org/revestudsoc/21457
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-5280/
https://www.amazon.es/Clase-DVD-Fran%C3%A7ois-Begaudeau/dp/B003Z7SF84
https://journals.openedition.org/revestudsoc/21457
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