Nunca a través de la hipnosis se puede conseguir que alguien realice un acto en contra de su voluntad. Lo contrario es uno de los muchos mitos que flotan por encima de este concepto. (…) Y para los profesionales de la salud es una técnica que puede aumentar la efectividad de muchas terapias. Debido a estas nuevas formas de comprender su práctica existen sociedades científicas que la estudian, revistas rigurosas sobre el tema, cientos de investigaciones publicadas, másteres universitarios…, que poco a poco están barriendo esa atmosfera fantasmagórica que la envuelve.
(…) Una de
las definiciones más comprensibles es la de Robert Fisher: “es un estado de la
mente en el que la gente puede entrar y salir con frecuencia sin necesidad de
ser hipnotizado. Es como ir al cine y olvidarse del ruido de las palomitas, de
la conversación de los otros y del runrún del aire acondicionado, porque la
atención se centra en la película”.
Adentrémonos
en esta metáfora. Cuando estamos sentados ante la inmensidad de la pantalla,
si la película nos gusta, es como si entráramos dentro de ella y nos quedáramos
atrapados allí. La vivimos. Y nuestro cerebro no está atento a nada más,
incluso las preocupaciones quedan fuera. El argumento nos lleva donde quiere. Y
logra provocar en nosotros todo tipo de reacciones fisiológicas. Nos puede
hacer llorar o reír. Cuando se trata de un trepidante thriller se
nos puede acelerar el corazón o detener la respiración. Sin embargo, no estamos
inconscientes, somos totalmente conscientes. En la hipnosis ocurre lo mismo,
nuestra conciencia no está alterada, sino que la atención se centra en unas
palabras, y ellas, como el argumento de una película, pueden lograr provocarnos
diferentes reacciones.
En una pequeña práctica de grupo con
alumnos de primero de la carrera de Psicología es fácil conseguir que muchos de
ellos (alrededor de 80) respondan a sencillas sugestiones. Pueden notar que una
parte del cuerpo les pesa mucho o, por el contrario, sentir que flota.
Experimentar que una mano se queda pegada a la otra. Sentir cómo el cuerpo se
balancea solo. O pueden empezar a salivar cuando se les hace entrar en una
historia donde el protagonista es un jugoso limón.
Con la hipnosis se puede ir mucho más
allá. Se puede conseguir que un sujeto alucine, que vea un elefante delante de
él. O por el contrario, que experimente una alucinación negativa, que la mesa
que tiene enfrente desaparezca de su vista. De la mente de la persona
hipnotizada también se puede eliminar información. Como si utilizáramos una
goma de borrar, se puede extraer el número cinco de su cerebro. De tal forma,
que cuando se le pide que cuente sus dedos uno a uno, empieza: uno, dos, tres,
cuatro, seis, siete, ocho, nueve, diez y once. Y se queda perplejo de tener ¡once
dedos!
(…) También
se puede conseguir, en algunos casos, que los sujetos hipnotizados experimenten
“regresiones” a la infancia o a la juventud. La pregunta clave es: ¿realmente
la memoria se incrementa o son solo imaginaciones? Es cierto que la hipnosis
puede provocar la evocación de recuerdos olvidados, pero a veces la imaginación
también pone su sal. Para comprobarlo se comparan las descripciones que relatan
los sujetos de esos episodios infantiles con las de sus padres, y en muchos
casos existen discordancias. “Recuerdo mi quinto cumpleaños en el piso de la
calle de Pérez Galdós perfectamente. Los muebles, la gente que había…”. Y
después, el familiar corrige esta nítida visión, argumentando que en esa época
ya se habían mudado a otra casa. A los psicólogos no les importa demasiado que
esos recuerdos no sean fieles a la realidad, porque lo que afecta al sujeto no
es lo que le pasó realmente, sino su recuerdo, esa invención o experiencia
subjetiva.
Son muchas
las patologías o trastornos en los que la hipnosis ha mostrado su eficacia:
ansiedad, depresión, fobias, tabaquismo, asma, trastornos dermatológicos,
síndrome del colon irritable, náuseas y vómitos en la quimioterapia,
sometimiento a procedimientos médicos estresantes, dismenorrea, dolor crónico, quemaduras,
estrés postraumático… A veces se aplica como un elemento más del tratamiento.
(…) Para que
a uno lo hipnoticen, lo primero que tiene que hacer es querer. No pasa como en
las películas. Si una persona se niega, no hay forma de hipnotizarla. Además,
hay que tener capacidad de atención, es decir, debe poder centrarse
exclusivamente en las palabras del hipnotizador, si no, no será posible la
hipnosis. Y, en tercer lugar, debe dejarse llevar. Si durante la sesión de
hipnosis empezamos a pensar: “no noto nada”, “esto es una tontería…”, será
difícil hipnotizarnos. El espíritu crítico lo hemos de guardar en el bolsillo,
porque de otra manera ocurre como con una película: no nos dejaremos atrapar
por el argumento.
Jenny Moix Queraltó:
http://elpais.com/elpais/2013/07/26/eps/1374856987_494248.html
CUESTIONARIO:
- Define “hipnosis”.
- Explica la metáfora del cine. ¿Se deduce de lo que se dice que la hipnosis es una alteración del estado de consciencia o que no lo es?
- ¿Cuál es su uso psicoterapéutico?
- ¿Puede alguien ser hipnotizado contra su voluntad?
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