TEXTO 1
...cada
persona se encuentra perteneciendo a un grupo que posee su propio código moral.
La tarea moral no consiste ni en someterse ciegamente a él, ni en rebelarse
ciegamente contra él. La moral no tiene nada que ver ni con la sumisión por la
sumisión ni con la rebeldía por la rebeldía. La tarea moral que nos incumbe a
cada uno de nosotros consiste en la progresiva moralización del código moral que encontramos vigente en nuestro
grupo.
José Luis
López Aranguren: Propuestas morales,
p.73.
Cada
individuo adviene al mundo no solitariamente, sino en el seno de un grupo
social poseedor de una cultura y de una estratificación social, por someras que
éstas sean. La cultura (...) consiste en un repertorio de pautas de
comportamiento aprobado, de un "código moral" que dicte qué clase de
actos son "buenos" y cuáles "malos" y de unos patrones de
existencia (...) todo lo cual se articula o estructura en lo que hemos llamado
una forma de vida o way of life. El
hombre, pues, es hecho por la cultura
a que pertenece, tanto por lo menos como se
hace él, a golpes de decisión individual. Naturalmente, una cultura
verdaderamente dinámica se está transformando siempre a sí misma, por
lentamente que lo haga, y los autores de esta transformación son siempre los hombres
(¿quién habría de ser si no?). Si, pero rara vez individualmente. Es cierto que
de tiempo en tiempo, aparecen los grandes reformadores, los grandes
revolucionarios y, con más frecuencia, los meramente rebeldes. Pero aun los
reformadores y revolucionarios necesitan un grupo -los discípulos- a través de
cual operar. La nueva moral surge así en un pequeño grupo, inserto en la
sociedad global que, en el caso del triunfo, llega a transformar en su
totalidad. Por otra parte, el nuevo proyecto de reforma o revolución moral se
elabora -¿cómo iba a ser de otro modo?- a partir de la cultura establecida en
relación dialéctica con ella. Y en cuanto al rebelde, hasta tal punto depende
de la cultura y de la sociedad, que todo lo que hace es decirles "no".
José Luis López Aranguren:
Propuestas morales, pp. 93-94.
TEXTO 3
La
tarea de la filosofía moral es diferente de la tarea moral. El filósofo no crea
moral: reflexiona sobre la ya existente, la critica, depura y sistematiza
(...). Lo que sí hace es: 1) analizar el lenguaje de la moral (...); 2) mostrar
el carácter moral del hombre
individualmente y en comunidad, y 3) revisar filosóficamente la moral histórica
creada y, en especial, los problemas morales planteados en la actualidad.
José Luis
López Aranguren: Propuestas morales,
p. 80.
TEXTO
4
Ya
conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan
impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra.
Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza
quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón
colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a
veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un
elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros,
qué le vamos a hacer). En seguida, la termitas-obrero se ponen a trabajar para
reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas
se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e
intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden
competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo
posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van
despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar
otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus
vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo
menos? ¿No es justo decir que son valientes?
Cambio
de escenario, pero no de tema. En la Ilíada,
Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a
pie firme fuera de las murallas de la ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón
de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él, y que probablemente
va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su
familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor
es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del
mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida
ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo
mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más
auténtico y más difícil que el de los
insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?
Sencillamente,
la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar
(como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse
con Aquiles porque quiere. Las
termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras
vayan en su lugar: están programadas
necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de
Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana
enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen
cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le
ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de
negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre
podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre
lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con
épica emoción. A diferencia de la termitas decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.
Y
así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no digamos ya
los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser como son y hacer lo
que están programados para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni
aplaudirles por ello porque no saben
comportarse de otro modo. (...)
Héctor
hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado de mujer
para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no
combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como
guía para invadir Troya por su lado más débil; también podría haberse inventado
una nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino
poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos
comportamientos hubiesen sido bastante raros,
dado quien era Héctor y la educación que había recibido. Pero tienes que
reconocer que no son hipótesis imposibles,
mientras que un castor que fabrique panales o una termita desertora no son algo
raro sino estrictamente imposible. Con los hombres nunca puede uno estar seguro
del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Por
mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre
podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos que no esté
del todo). Podemos decir
"sí" o "no", quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos
veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando
te hablo de libertad es a esto a lo
que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas, de
todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos
hacer cualquier cosa que queramos,
pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y
aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día,
de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un
coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra
ciudad, etc.), sino libres para responder
a lo que nos pasa de tal o cual modo obedecer o rebelarnos, ser prudentes o
temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso
de las cavernas, defender Troya, etc.).
Segunda: (...) No es lo mismo la
libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que
sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). (...)
Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces
sería omnipotente). (...)
En
la realidad existen muchas fuerzas que limitan
nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. (...) Si
hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene muchas más
conciencia de los que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán:
"¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si
nos comen el coco desde la televisión, si los gobernantes nos engañan y nos
manipulan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si
además me falta dinero para comprarme una moto, que es lo que no
quisiera?" En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece
que se están quejando pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber
que no son libres. En el fondo piensan: "¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos
quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos
ocurra..." (...)
Cuando
cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que
le apliques la prueba de filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano
discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos
los hombres no tiene más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón
y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. "¡Para, ya está bien, no
me pegues más!", le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle,
continuó argumentando: "¿No dices que no soy libre y que lo que hago no
tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que
pare: soy automático". Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo
podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La
prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre
con amigos que no sepan artes marciales...
En
resumen: a diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. (...) Y como podemos
inventar y elegir, podemos equivocarnos,
que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De
modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un
cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que
llaman ética.
Fernando Savater:
Ética para Amador, pp. 24-33.
TEXTO
5
Las
órdenes, por ejemplo, sacan su fuerza, en parte, del miedo que puedes tener a las terribles represalias que tomaré
contra ti si no me obedeces; pero también, supongo, al afecto y a la confianza que
me tienes y que te lleva a pensar que lo que te mando es para protegerte y
mejorarte o, como suele decirse con expresión que te hacer torcer el gesto, por tu bien. También desde luego porque
esperas algún tipo de recompensa si cumples como es debido: paga regalos, etc.
Las costumbres, en cambio, vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina
en ciertas ocasiones y también de tu interés de no contrariar a los otros, es
decir, de la presión de los demás.
También en las costumbres hay algo así como una obediencia a ciertos tipos de
órdenes: piensa, por poner otro ejemplo, en las modas. ¡La cantidad de cazadoras, zapatillas, chapas, etc., que
tienes que ponerte porque entre tus amigos es costumbre llevarlas y tú no
quieres desentonar.
Las
órdenes y las costumbres tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte
permiso.
Fernando Savater:
Ética para Amador, pp. 44-5.
TEXTO
6
Libertad
es decidir, pero también, no lo
olvides, darte cuenta de que estás
decidiendo. Lo más opuesto a dejarse
llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte llevar no tienes más
remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer.
Fernando Savater:
Ética para Amador, p. 55.
TEXTO
7
En
resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos
adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Sería un
poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las
costumbres, como también a todos los caprichos, porque a veces resultarán
convenientes o agradables. Pero nunca una
acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para
saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que
hago más a fondo, razonando por mí mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es
decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo. Cuando se es
un niño pequeño, inmaduro, con poco conocimiento de la vida y de la realidad,
basta con la obediencia, la rutina o el caprichito. Pero es porque todavía se
está dependiendo de alguien, en manos de otro que vela por nosotros. Luego hay
que hacerse adulto, es decir, capaz de inventar
en cierto modo la propia vida y no simplemente de vivir la que otros han inventado
para uno. Naturalmente, no podemos inventarnos del todo porque no vivimos solos
y muchas cosas se nos imponen queramos o no (...). Pero entre las órdenes que
se nos da, entre las costumbres que nos rodean o nos creamos, entre los
caprichos que nos asaltan, tendremos que aprender a elegir por nosotros mismos.
No habrá más remedio, para ser hombres y no borregos (con perdón de los
borregos), que pensar dos veces lo que hacemos.
Fernando Savater:
Ética para Amador, pp. 57-8.
TEXTO 8
Aunque
yo voy a utilizar las palabras "moral" y "ética" como
equivalentes, desde un punto de vista técnico (...) no tienen idéntico
significado. "Moral" es el conjunto de comportamientos y normas que
tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos;
"ética" es la reflexión sobre por
qué los consideramos válidos y la comparación con otras "morales"
que tienen personas diferentes.
Fernando Savater:
Ética para Amador, p. 59.
¿Que
de dónde vienen los remordimientos? Para mí está muy claro: de nuestra libertad. Si no fuésemos libres, no
podríamos sentirnos culpables (ni orgullosos, claro) de nada y evitaríamos los
remordimientos. Por eso cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso procuramos asegurar que no
tuvimos otro remedio que obrar así, que no pudimos elegir: "yo cumplí
órdenes de mis superiores", "vi que todo el mundo hacía lo
mismo", "perdí la cabeza", "es más fuerte que yo",
"no me di cuenta de lo que hacía", etcétera. Del mismo modo el niño
pequeño, cuando se cae al suelo y se rompe el tarro de mermelada que intentaba
coger de lo alto de la estantería, grita lloroso: "¡Yo no he sido!"
Lo grita precisamente porque sabe que ha
sido él; si ha dibujado algo muy bonito en seguida proclamará: "¡Lo he
hecho yo solito, nadie me ha ayudado!" Del mismo modo, ya mayores, queremos
siempre ser libres para atribuirnos el mérito de lo que logramos pero
preferimos confesarnos "esclavos de las circunstancias" cuando
nuestros actos no son precisamente gloriosos.
Fernando Savater: Ética para Amador, p. 112.
TEXTO 10
Y
ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal:
apechugar con las consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que
pueda enmendarse y aprovechar al máximo lo bueno. A diferencia del niño
malcriado y cobarde, el responsable siempre está dispuesto a responder de sus actos: "¡Sí, he
sido yo!" El mundo que nos rodea, si te fijas, está lleno de ofrecimientos
para descargar al sujeto del peso de su responsabilidad. La culpa de lo malo
que sucede parece ser de las circunstancias, de la sociedad en la que vivimos,
del sistema capitalista, del carácter que tengo (¡es que yo soy así!), de que
no me educaron bien (o me mimaron demasiado), de los anuncios de la tele, de las tentaciones que se ofrecen
en los escaparates, de los ejemplos irresistibles y perniciosos... Acabo de
usas la palabra clave de estas justificaciones: irresistible. Todos los que quieren dimitir de su responsabilidad
creen en lo irresistible, aquello que avasalla sin remedio, sea propaganda,
droga, apetito soborno, amenaza, forma de ser... lo que salte. En cuanto
aparece lo irresistible, ¡zas!, deja uno de ser libre y se convierte en
marioneta a la que no se le deben pedir cuentas. Los partidarios del
autoritarismo creen firmemente en lo irresistible y sostienen que es necesario
prohibir todo lo que puede resultar avasallador: ¡una vez que la policía haya
acabado con todas las tentaciones, ya no habrá más delitos ni pecados! Tampoco
habrá ya libertad, claro, pero el que algo quiere, algo le cuesta... Además
¡qué gran alivio, saber que si todavía queda por ahí alguna tentación suelta la
responsabilidad de lo que pase es de quien no la prohibió a tiempo y no de
quien cede a ella!
¿Y
si yo te dijera que lo "irresistible" no es más que una superstición, inventada por los que le
tienen miedo a la libertad? ¿Que todas las instituciones y teorías que nos
ofrecen disculpas para la responsabilidad no nos quieren ver más contentos sino
sabernos más esclavos? ¿Que quien espera a que todo el mundo sea como es debido
para empezar a portarse él mismo como es debido ha nacido para mentecato, para
bribón o para las dos cosas, que también suele pasar? ¿Que por muchas
prohibiciones que se nos impongan y muchos policías que nos vigilen siempre
podremos obrar mal -es decir, contra nosotros mismos- si queremos? Pues te lo digo, te lo digo con toda la convicción del
mundo?
Fernando Savater:
Ética para Amador, pp. 114-5.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:
ARANGUREN, José Luis L.: Propuestas morales, ed. Tecnos, Madrid, 1983.
SAVATER, Fernando: Ética para
Amador, ed. Ariel, Barcelona, 1991.
Procedencia de las imágenes:
https://www.google.com/search?q=propuestas+morales+aranguren&rlz=1C1JZAP_esES825ES825&sxsrf=ALeKk021zsjmMa4fIOOrn0aVqYZEKIJneA:1610617765210&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwiXj47ekpvuAhWholwKHe8JAesQ_AUoAnoECAUQBA&biw=1216&bih=542#imgrc=kjIz909itDpbnM
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